Volví a buscar un paraguas. Y oí a mi marido hablando de mí con su hermana.

Aguacero y pensamientos
Caminé por el bulevar vacío, ajena a la calle.

Mis zapatos hacía rato que habían quedado empapados, el pelo pegado a la cara.

Todavía podía ver la misma conversación ante mis ojos. La risita de Lenka. La voz de mi marido: irritada, fría.

«He engordado». Sí, mi cuerpo había cambiado, igual que mi vida.

Había dado a luz, había trabajado, estaba cansada. ¿Y él? Canas, barriga, siempre en el sofá.

Nunca se lo había dicho, por respeto.

«Siempre insatisfecho con todo».

¿Cuándo me había quejado yo?

Simplemente pedía atención. Me callaba cuando quería gritar. Intentaba estar ahí para él.

«No sé por qué lo aguanto».

Eso es lo principal. Lo soporta. No me quiere, no me valora; lo soporta.

Leave a Comment