En mi patio exploré algo muy extraño.
A primera vista, parecía una cuerda larga y sinuosa tirada en el pasto, como si la hubieran dejado caer a propósito. Pero luego pensé: “¡¿Y si es una serpiente?!”. Mi corazón empezó a latirme con fuerza.
Inmediatamente agarré mi teléfono, tomé una foto y, con ánimo, comencé a acercarme. Cada paso me resultaba rígido; la idea de algo dañino era horrible.
Cuando me acerqué lo suficiente para mirar, me sobrecogió el horror. No había cuerda. Tampoco era una serpiente. Frente a mí se arrastraba lentamente una columna de unas 150 orugas, ¡que finalmente conté!
Continúa en la página siguiente: