1. Un vuelo cualquiera

El vuelo 607 de Atlanta a Nueva York despegó bajo un cielo despejado, con la promesa de ser un trayecto tranquilo. Los pasajeros se acomodaron en sus asientos, unos hojeaban revistas, otros miraban películas en las pantallas diminutas, algunos dormitaban con el zumbido de los motores como arrullo metálico.
En la fila 32, junto a la ventanilla, viajaba Amara Johnson, una niña de doce años. Su cuerpo menudo se encogía sobre sí mismo, como si quisiera ocupar el menor espacio posible. Sujetaba con fuerza una mochila gastada, descolorida por el uso y el tiempo, como si fuera el último vínculo con el mundo que había perdido.
Sus zapatillas estaban rotas, sus ropas demasiado finas para la altura y su rostro cansado, marcado por ojeras prematuras. Amara viajaba sola. Su madre había muerto hacía apenas unas semanas, víctima de un cáncer que la pobreza no permitió tratar a tiempo. Su destino era Brooklyn, donde la esperaba una tía a la que apenas conocía.
Amara observaba las nubes, intentando imaginar que eran campos de algodón o montañas de azúcar. Cualquier cosa menos la soledad que sentía.