Una niña le dijo al motociclista: “¿Quieres ser mi papá? Mi papá está en la cárcel por matar a mi mamá. Mi abuela dice que necesito uno nuevo. ¿Quieres ser mi papá?”.
Estaba echando gasolina a mi Harley en la Chevron de la Ruta 66 cuando una cosita rubia, de no más de cinco años, se me acercó. Sin miedo.
Sólo esos grandes ojos verdes mirándome como si yo pudiera ser la respuesta a sus problemas.
Su abuela estaba adentro pagando, no se había dado cuenta que el niño se había acercado al gigante vestido de cuero con tatuajes de calaveras en sus brazos.
Soy Vincent “Reaper” Torres, tengo 64 años y he estado viajando con el Desert Wolves MC durante treinta y ocho años.

1,93 m, 127 kg, barba hasta el pecho y suficiente tinta para cubrir un edificio pequeño. Los niños suelen huir de mí. Esta me mostraba su conejito de peluche.
—Este es el señor Hoppy —dijo—. Él tampoco tiene papá.
Antes de que pudiera responder, una anciana salió corriendo de la estación, pálida de terror. “¡Lily! ¡LILY! ¡Aléjate de ese hombre!”
Pero Lily no se movió. Se agarró a mi chaleco con la mano libre, con sus deditos aferrados al cuero. “Quiero este, abuela. Parece solitario, igual que yo”.
La abuela se detuvo en seco al ver cómo Lily se aferraba a mí, no amenazada sino esperanzada.
“Lo siento mucho”, dijo, intentando apartar los dedos de Lily de mi chaleco. “No lo entiende. Su padre… su madre… ha sido un año muy duro”.
—Él mató a mamá —dijo Lily con naturalidad.