Una niña abrazó a su padre en el ataúd espeluznante. Camila tenía 8 años y estaba parada al lado del ataúd, sin moverse. Llevaban horas en el velorio y ella no se había apartado ni un segundo. Su mamá intentó llevársela varias veces, pero no quiso irse.DIUY

Aunque se notaba cansada y con los ojos hinchados, no insistió más.

Pasaron las horas y el ambiente se fue poniendo más tenso.

Ya era de noche y todavía faltaba para llevar el ataúd al cementerio.

Los adultos empezaron a notar que algo no estaba bien, no con el cuerpo, sino con la niña.

Había dejado de hablar, solo se quedó sentada en la silla con los brazos cruzados sobre el borde, mirando fijamente a su papá.

Algunos intentaron hablarle, pero no respondió.

No lloraba ni hacía ningún gesto.

Parecía como si estuviera esperando algo.

Y aunque nadie lo decía en voz alta, muchos empezaron a sentir un tipo de incomodidad que no sabían explicar.

Como si esa calma en la niña fuera demasiado extraña, como si algo estuviera a punto de pasar.

Esa noche nadie durmió.

Algunos se quedaron en el porche hablando en voz baja y otros entraban y salían de la sala para ver cómo seguía todo.

Camila seguía junto al ataúd sin moverse.

Parecía cansada, pero no quería acostarse ni alejarse.

Entonces la abuela le trajo una cobija y se la puso sobre los hombros.

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