Una mujer fue menospreciada por su propio marido -nyny

Mientras servían el vino, Maxwell continuó con sus comentarios crueles:
—Thelma no sabe ni dónde está parada. Si no fuera por mí, estaría perdida.

Los presentes rieron, ignorando el dolor en los ojos de la mujer. Pero lo que Maxwell no sabía era que su paciencia había llegado al límite.

Thelma respiró hondo, se levantó de la mesa y dejó que su voz resonara en el salón:

—Ya es suficiente.

\La revelación que heló la sangre

El silencio se hizo absoluto. Todos los ojos se fijaron en ella. Thelma levantó la barbilla y, con calma, dijo:

—¿Saben qué es lo irónico? Que esta casa que tanto disfrutan… esta mansión en la que se sienten dueños… no le pertenece a Maxwell. Ni a ninguno de ustedes. Me pertenece a mí.

Un murmullo recorrió la mesa. Maxwell palideció.

—¿Qué tonterías dices? —balbuceó, intentando mantener la compostura.

Thelma sacó de su bolso un sobre y lo colocó sobre la mesa. Eran los títulos de propiedad. Su nombre brillaba en letras claras: Thelma Johnson.

\El rostro de la familia

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