
UNA HERMOSA LIMPIADORA SE QUEDÓ DORMIDA ACCIDENTALMENTE EN LA HABITACIÓN DEL HOTEL DEL MULTIMILLONARIO
—Estar conmigo. Acompañarme. Ayudarme con cosas personales. Y cuando no esté trabajando, ser tú misma. No necesito robots, Alma. Necesito verdad.
La joven tragó saliva. Aquello era más de lo que podía haber imaginado en su vida. Era demasiado perfecto… y eso le daba miedo.
—¿Y si la gente empieza a hablar? Ya sabes, una limpiadora… y el jefe del hotel…
—Entonces que hablen —dijo él, con una determinación suave—. De todas formas, siempre hablarán. Pero tú y yo sabremos la verdad.
Hubo un largo silencio. Alma cerró la carpeta, la abrazó contra su pecho y lo miró directamente a los ojos.
—Acepto.
Y en ese momento, sin necesidad de palabras románticas ni promesas apresuradas, algo se selló entre ellos.
No era amor todavía.
Pero era la semilla de algo más fuerte que el miedo.
Semanas después, Alma se convirtió en una figura habitual al lado de Liam. Ya no con uniforme de limpieza, sino con ropa sencilla, elegante, discreta. Nadie sabía exactamente qué papel tenía en su vida, pero todos notaban algo: desde que ella apareció, Liam Hart sonreía más. Dormía mejor. Era más humano.
Y una noche, mientras caminaban juntos por la terraza del hotel tras una larga jornada, Liam se detuvo.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro —respondió Alma.
—¿Por qué no tienes miedo de mí?
Ella lo miró con una dulzura serena.
—Porque sé lo que es tener que ganarse cada día… sin que nadie te mire. Tú me miraste. Yo te vi. No hay miedo donde hay verdad.
Liam la observó largo rato.
Y por primera vez, la tomó de la mano.
En silencio.
Como si el mundo finalmente se hubiera detenido para darles una oportunidad.
Final Part: La verdad bajo la seda