UNA HERMOSA LIMPIADORA SE QUEDÓ DORMIDA ACCIDENTALMENTE EN LA HABITACIÓN DEL HOTEL DEL MULTIMILLONARIO

Alma lo observó con cautela. Nunca había escuchado a alguien tan poderoso hablar con tanta vulnerabilidad.

—Y porque… —continuó él— cuando me miraste, no vi lástima.
Y estoy… cansado de que me tengan lástima.

Ella frunció el ceño.

—¿Por qué alguien tendría lástima de usted?

Liam sonrió con amargura.

—Porque todos creen que tengo todo. Dinero, fama, poder. Pero nadie sabe que… no duermo más de tres horas por noche. Que perdí a mi madre por un cáncer sin haber podido despedirme. Que tengo una hermana internada en una clínica desde hace tres años por depresión severa, y que cada vez que alguien me sonríe, no sé si es real o por conveniencia.

El silencio volvió a instalarse entre ellos.

Alma bajó la vista. Entendía más de lo que él creía.

—Mi madre me abandonó cuando yo tenía nueve —susurró—. Crecí en casas temporales, trabajando desde los trece. Solo quería… un trabajo estable, un lugar donde no tuviera que correr.

Liam la miró con nueva intensidad.

—Y sin querer, te dormiste en la única cama donde yo también deseaba descansar en paz. ¿Qué ironía, no?

Alma sonrió débilmente. Por primera vez, sus miradas se encontraron sin barreras.

—¿Puedo preguntarle algo? —dijo ella—. ¿Esto… es solo una vez?

Liam la miró durante un largo momento.

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