UNA HERMOSA LIMPIADORA SE QUEDÓ DORMIDA ACCIDENTALMENTE EN LA HABITACIÓN DEL HOTEL DEL MULTIMILLONARIO

Empujó suavemente la puerta. La habitación estaba apenas iluminada, con luz cálida. Las cortinas estaban corridas, revelando la vista nocturna de la ciudad brillante. Sobre una mesita, una tetera humeaba y dos tazas esperaban.
Liam Hart estaba de pie junto a la ventana, con la chaqueta colgada y la camisa desabotonada en el cuello. Giró al oírla.

—Viniste.

—Sí…

—¿Estás nerviosa? —preguntó, acercándose.

Alma asintió. No intentó mentir.
Él no sonrió ni hizo un gesto galante. Solo extendió una taza.

—Té de lavanda. Ayuda a dormir.

Ella la tomó con ambas manos, agradecida de tener algo que hacer con los dedos.

—Gracias.

Durante minutos, ninguno de los dos dijo nada. Solo bebieron en silencio, escuchando el leve zumbido del aire acondicionado y el distante rumor del tráfico.

—¿Por qué yo? —preguntó Alma de pronto—. ¿Por qué… esto?

Liam no respondió al instante. Luego, caminó hacia el sillón junto al ventanal y se dejó caer con un suspiro.

—Porque tú no me ves como los demás.

Ella frunció el ceño.

—¿Cómo lo sabe?

—Porque cuando te despertaste aquí por accidente… no me miraste como si fuera un dios. Ni como un cheque con patas. Me miraste como a un hombre que estaba invadiendo tu espacio. Con susto, sí, pero sin… codicia. Sin deseo artificial. Eso me desconcertó.

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