UNA HERMOSA LIMPIADORA SE QUEDÓ DORMIDA ACCIDENTALMENTE EN LA HABITACIÓN DEL HOTEL DEL MULTIMILLONARIO

—¿Mi historia?

—Sí. No pareces… una simple limpiadora. Tienes algo en los ojos. Como si hubieras vivido más de lo que deberías a tu edad.

Alma tragó saliva. Nadie le había hablado así en años. De hecho, nadie había notado nada de ella más allá del uniforme gris.

—No hay mucho que contar, señor. Solo… trabajo y duermo. Como todos.

Liam la observó, como si intentara leer entre las líneas de su expresión.

—¿Volverías a dormir aquí? —preguntó de pronto.

Ella se quedó helada.

—¿Perdón?

—Esta noche. Después de tu turno. ¿Dormirías aquí de nuevo, esta vez con mi permiso?

El corazón de Alma latía con tanta fuerza que apenas podía oír.

—¿Por qué…? —preguntó en voz baja.

Él se encogió de hombros, como si fuera la cosa más normal del mundo.

—No sé. Tal vez porque me costó dormir anoche. Y por alguna razón, la idea de ti aquí me pareció… tranquilizadora.

Ella no supo qué decir. ¿Era una trampa? ¿Una provocación? ¿Una orden?

—No haré nada inapropiado —agregó él, percibiendo su duda—. Solo… quédate. Si quieres.

Alma sintió que todo su mundo se desmoronaba y volvía a construirse con esa simple frase. Nadie le ofrecía cosas sin esperar algo a cambio. Y sin embargo, ahí estaba él, pidiéndole algo tan extraño como íntimo… sin tocarla.

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