Su mente luchaba contra el orgullo, contra el shock y contra el dolor, pero también había una pisca de esperanza, como si aquel niño fuera un hilo de vida inesperado que conectaba el pasado con el presente. “Tiene idea de lo que está diciendo”, susurró la billonaria intentando recuperar el control de sí misma.
“Si esto es verdad, entonces” Camila levantó la mirada llena de lágrimas, pero también de dignidad. Entonces su hijo no murió del todo, dejó algo en este mundo y yo no vine aquí a pedir nada, solo vine a agradecer. En aquel instante, Eleanor sintió una lucha interna devastadora. El orgullo de toda una vida de riqueza y estatus quería rechazar aquella revelación.
Pero el corazón de madre, herido y hambriento por cualquier conexión con David, quería creer. El viento sopló más fuerte, levantando hojas secas alrededor de ambas. La tensión entre las mujeres parecía crecer y al mismo tiempo una extraña complicidad comenzaba a formarse como si el destino las hubiera puesto en aquel lugar para confrontar no solo el pasado, sino el futuro que aún estaba por venir.
Eleanor respiró hondo y dijo casi en un susurro, “Si lo que dice es verdad, entonces este niño es mi nieto.” Las palabras resonaron entre las lápidas, cambiando para siempre el rumbo de aquella mañana. El silencio después de la frase de Eleanor. Este niño es mi nieto. Se cernió como un trueno contenido entre las lápidas. Camila se quedó sin reacción.
Sus ojos llorosos reflejaban miedo, pero también esperanza. Por primera vez desde la muerte de su hijo, Elenor sintió que el destino le ofrecía algo que no esperaba, un vínculo vivo con David. Aún así, el orgullo y la duda luchaban dentro de ella como fuerzas opuestas. Ella se acercó más la voz embargada. Quiero escuchar toda la verdad, Camila. Quiero cada detalle.
Camila respiró hondo. Sus manos temblaban mientras acariciaba el fino cabello del niño, quien parecía observar a las dos mujeres sin comprender el peso de aquel encuentro. Conocí a David en una de las oficinas donde yo limpiaba por la noche. Estaba exhausta y él fue la única persona que no me trató como invisible.
Sus labios se curvaron en una breve sonrisa cargada de nostalgia. Él me ofreció café, preguntó mi nombre y escuchó mi historia. Esto se repitió. Él venía, conversaba conmigo y poco a poco se convirtió en alguien muy importante. Eleanor sintió un nudo en el corazón. La idea de que su hijo hubiera tenido una vida secreta, sencilla y tan distante del mundo de los negocios la desconcertaba. ¿Por qué nunca me lo contó? Murmuró. Camila bajó la mirada.
Él tenía miedo. Decía que usted no entendería, que lo juzgaría por acercarse a alguien como yo. Él quería protegerme, quería proteger a nuestro hijo. Las palabras golpearon a Elenor como una flecha. Ella siempre le había exigido a David excelencia, control, estatus.