La foto que Alina había dejado junto a la tumba antes de irse.
William sonreía. Estaba en un café. Su brazo rodeaba a Alina. Ella reía. Se veían felices. De una forma que Margaret no había visto en años. Quizás… nunca.
Sus ojos se clavaron en el bebé de la imagen. Esos ojos.
Ella susurró:
—¿Por qué no me lo dijiste, Will?
Pero la respuesta ya la sabía.
Porque ella jamás lo habría aceptado.
Dos días después – Downtown Diner
Alina casi dejó caer la bandeja cuando vio entrar a Margaret Hawthorne por la puerta del restaurante.
Vestida con un abrigo negro elegante, cabello recogido, maquillaje impecable. Desentonaba por completo entre los manteles de hule y el olor a café recalentado. Los comensales la observaban. El encargado se puso tenso.
Pero Margaret caminó directo hacia ella.
—Necesitamos hablar —dijo con voz firme.
Alina tragó saliva.
—¿Vienes a quitarme a mi hijo?
—No —respondió Margaret, bajando un poco la voz, pero con el mismo peso—. Vine… a disculparme.
El lugar quedó en silencio. Hasta el ventilador del techo pareció detenerse.
—Te juzgué sin conocerte. Sin saber la verdad. Y por eso… perdí un año con mi nieto. —Su voz se quebró—. No quiero perder ni un día más.
Alina bajó la mirada.
—¿Por qué ahora?