—Porque por fin vi al hombre en el que se convirtió mi hijo… a través de tus ojos. Y de los de él.
Sacó un sobre del bolso y lo colocó sobre la mesa.
—Esto no es dinero. Es mi número de teléfono… y una invitación. Quiero formar parte de sus vidas. Si me lo permiten.
Alina no respondió de inmediato. Luego dijo:
—Él merece conocer la familia de su padre. No se lo voy a negar. Pero también merece ser protegido… no ser tratado como un secreto ni un escándalo.
Margaret asintió.
—Entonces empecemos con la verdad. Y con respeto.
Por primera vez… Alina le creyó.
Seis meses después – Finca Hawthorne
La mansión ya no parecía un museo.
Ahora era un hogar.
En la última habitación del pasillo, un bebé llamado Elias James Hawthorne gateaba entre juguetes y mantas suaves.
Margaret, su abuela, reía por primera vez en mucho tiempo.
No fue fácil. Hubo silencios incómodos. Conversaciones difíciles. Y muchos momentos de sanación. Pero Alina fue firme, como William la amó por serlo. Y Margaret aprendió a soltar el control.
Un día, mientras le daba de comer plátano a Elias, Margaret susurró:
—Gracias por no alejarte de mí.
Alina sonrió.
—Gracias por venir a nosotros.
Epílogo – Segundo aniversario