James ni se inmutó. Estaba allí para encontrar a alguien genuino, no para traicionarse a sí mismo. Una vieja limpiadora gruñona, Musa, le dio un codazo.
“¿Nuevo, eh?” “Sí, empiezo hoy.”
“Cuidado con algunas enfermeras. Parecen las dueñas del lugar”, refunfuñó Musa.
El día empezó a tomar forma. Los médicos discutían horarios, las enfermeras daban conferencias sobre sus títulos y el personal de limpieza se puso a trabajar en silencio. En el pasillo, James, ocupado fregando el suelo, casi choca con Vivien.
“¿Estás ciego o qué? ¡Mira por dónde caminas!”
“Perdona, no te vi.”
“Todo el personal es igual: perezoso y torpe. Este hospital se merece algo mejor.”
En la cafetería, el personal de limpieza tenía una mesita en un rincón, mientras que los médicos y enfermeras ocupaban el amplio y cómodo espacio. El Dr. Kelvin pasó, sacando pecho.
“Ahora sí que contratan a cualquiera”, murmuró lo suficientemente alto como para que se le oyera.
Desde la oficina administrativa, Chris observaba la escena y negó con la cabeza.
“Toby va a ver la verdadera cara de la gente”, susurró.
Esa noche, James limpió las puertas principales. Una pregunta lo atormentaba: ¿encontraría alguna vez el amor verdadero o estaría siempre rodeado de gente obsesionada con el dinero y el estatus? No tenía ni idea de que su camino apenas comenzaba.
El calor era agobiante esa tarde. Dentro, los agentes fregaban pisos y ventanas. Otros, menos entusiastas, merodeaban en grupos, riendo.
“¿Puedes creerlo? ¡Trabajamos en el hospital más grande de la ciudad!”, se jactó uno.
“La enfermera Linda del Starlight…”, dijo otro riendo.
Vivien habló aún más alto:
“Esta es la élite. Los agentes tienen que quedarse en su sitio”. No deberían venir a hablar con nosotros, no es su nivel.
James, que estaba cerca, lo oía todo. Se creían superiores, pero le faltaban al respeto. Limpió en silencio, con la cabeza gacha pero el corazón despejado.
Esa noche, James encontró a Chris en una pequeña oficina.
“Bueno, mi limpiador multimillonario, ¿qué tal tu primer día completo?”
James se quitó la gorra, se limpió la cara y…upira.
—Chris, estoy agotada. Algunas enfermeras son tan groseras… Hay que oírlas hablar de los oficiales, como si no fuéramos seres humanos.
—Bienvenido al mundo normal, hermano —dijo Chris riendo—. Esperaba… conocer a alguien de verdad. Pero después de hoy, lo dudo. Todos tenemos un papel que desempeñar.
—Tranquilo. Hay cosas buenas y malas en todas partes. Quizás mañana sea diferente.