Un multimillonario se hizo pasar por un humilde conserje en su propio y flamante hospital para…

Temprano a la mañana siguiente, James llegó antes que todos, trapeador y cubo en mano. El silencio antes del alboroto le sentó bien. Al poco rato, sus tacones resonaron:
—¿Dónde está la limpiadora? ¡Este suelo está polvoriento! —gritó Vivien—. ¿Quiere que los pacientes se resbalen y mueran?
—Disculpe, señora, me encargo de ello enseguida.
—Más le vale, o la reportaré a la gerencia.

Más tarde, un mensaje de WhatsApp de Chris: “Día 2, ¿cómo está?” James apenas sonrió. Esperaba, sobre todo, una mirada amable, no por su uniforme ni por su riqueza oculta, sino por su corazón.

En el mismo pueblo vivía Lisa, una joven valiente y madre soltera. Su padre, un viudo pobre, se había sacrificado para criarla: vendía madera y piezas de radios viejas para pagar sus estudios. Su madre había fallecido cuando Lisa era niña. Un día, mientras estudiaba enfermería, un hombre en quien confiaba abusó de ella. Lloró durante semanas, pero encontró la fuerza para continuar. Embarazada, decidió tener al niño y continuar sus estudios a pesar de las burlas.

Pasaron los años. Con su diploma en la mano, sin contactos ni zapatos elegantes, mantenía la esperanza. Una noche, llegó a casa con un volante:
“¡Papá, el Hospital Starlight está contratando!”
“¿El hospital del que hablan en la radio?” —¡Sí! Voy mañana.
—Que Dios te bendiga, hija mía.

Al día siguiente, se puso su único vestido elegante, le confió a su nieta, Blessing, a la vecina y corrió al hospital.
—Vengo por el puesto de enfermera.
—Llega demasiado tarde —respondió la recepcionista—. El puesto acaba de cubrirse.
El mundo de Lisa se derrumbó. Se sentó en los escalones y rompió a llorar. Musa, el oficial superior, la vio.
—¿Está bien, señorita?

—Me perdí la entrevista. No puedo volver y decírselo a mi padre. Acepto cualquier trabajo aquí… incluso de conserje.

En el mostrador de administración, la miraron fijamente:
—¿Es enfermera titulada y quiere fregar pisos?
—Necesito trabajar. Mi padre y mi hija dependen de mí.
Le entregaron un formulario. Sonrió por primera vez ese día.

Más tarde, James vio a Lisa con su uniforme de limpiadora. Una novata, fregaba con diligencia, sin quejarse. Musa le susurró a James: «Se perdió la entrevista de enfermería. En lugar de irse a casa con las manos vacías, eligió trabajar aquí, como nosotros».
James quedó impresionado por su dignidad.

Esa noche, Lisa regresó a casa de Blessing.
«Mamá ha vuelto, cariño. Encontré trabajo».
«Te lo dije, Dios abre puertas», se regocijó su padre.
«No es el trabajo que quería, pero es un comienzo. Y si se abre una vacante de enfermería, volveré a solicitarla».
«Paso a paso», respondió su padre. «Dios está mirando».

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