Un multimillonario se hizo pasar por un humilde conserje en su propio y flamante hospital para…

Toby Adamola, un multimillonario de 35 años, estaba sentado en su lujosa sala de estar, con una copa de vino en la mano. La magnífica vista de la ciudad a través de los ventanales no le traía ninguna alegría. A pesar de su riqueza y estatus, su corazón permanecía vacío. Se recostó en el sillón y dejó escapar un largo suspiro.
“El dinero no compra el amor”, murmuró.

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Durante años, había salido con hermosas mujeres de todo el mundo, pero todas parecían querer lo mismo: su dinero. No lo veían como un hombre, solo como una billetera.

Una noche, Chris, su amigo de la infancia y abogado de confianza, pasó por su casa. Toby se sinceró, con la voz cargada de frustración:
“Chris, ya he tenido suficiente. Quiero el amor verdadero, alguien que me vea como soy, no como una cuenta bancaria”. “No es fácil”, respondió Chris, asintiendo. “¿Pero qué vas a hacer?”.
Toby se inclinó hacia delante con un brillo travieso en la mirada. “Estoy a punto de abrir el hospital más grande de la ciudad: instalaciones de vanguardia, personal altamente cualificado… Pero no seré el dueño multimillonario. Seré… un conserje.”
Chris arqueó una ceja.
“¿Un conserje, en serio?”
“Sí. Me cambiaré el nombre a ‘James’. Nadie sabrá quién soy. Quiero ver cómo me tratan cuando solo sea un empleado. Quiero encontrar a alguien que respete a todos, sin importar su estatus. Esta es mi oportunidad.”
Chris rió entre dientes con admiración.
“Excelente plan. ¿Seguro que puedes con el puesto?”
“Me postularé como todos los demás, y tú te encargarás de los comunicados de prensa que dicen que el dueño está en el extranjero. Quiero encajar.” Nadie debe enterarse.
“Bueno, esto promete ser… interesante. Te apoyo.”

Por fin llegó el gran día: la inauguración.

Todo el pueblo hablaba de ello. Médicos, enfermeras, técnicos de laboratorio, contables… todos iban vestidos de gala. Elegantemente vestido, Chris se dirigió a los nuevos empleados:
“Damas y caballeros, bienvenidos a la inauguración del Hospital Starlight, el más grande de la ciudad. El propietario se encuentra actualmente en el extranjero, pero cuenta con su profesionalismo y dedicación. La gestión será rigurosa y se espera la excelencia de todos”.

En un rincón, las enfermeras ya susurraban, orgullosas de haber conseguido un puesto en la institución más prestigiosa. Algunas observaban a los silenciosos trabajadores de mantenimiento al fondo de la sala; entre ellos, Toby, ahora “James”.
La enfermera Vivien, con su uniforme inmaculado, se burló:
“Sinceramente, trabajar de limpiadora en un hospital como este…”
“A algunos les falta ambición”, le susurró a su colega.

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