Un millonario había invitado a su nueva novia a cenar, pero todo cambió cuando vio a su exesposa, embarazada, trabajando como camarera.

«Día largo. Puedes quedarte, pedir lo que quieras. Mi chófer llevará tu coche, si quieres».

Sorprendida, preguntó: «¿Hay algún problema?»

«No, nada».

Pero todo se sentía falso.

Al salir, le preguntó a la anfitriona: «Esa camarera embarazada, Claire, ¿trabaja hasta tarde esta noche?».

La anfitriona, incómoda: «No se supone que deba revelar los horarios del personal, señor».

Él puso dos billetes de 100 dólares sobre el mostrador. «No quiero causar problemas. Solo responda a la pregunta».

Ella dudó: «Está haciendo un turno doble esta noche, sustituyendo a alguien. Trabaja hasta después de medianoche».

En lugar de irse a casa, Evan cogió el coche y recorrió la ciudad sin rumbo. El paisaje urbano se desdibujaba tras el parabrisas. En un semáforo en rojo, encontró en sus contactos un número guardado como «Claire (Móvil antiguo)». Dudó, y luego envió este mensaje:

«Sé que no me debes nada. Pero me gustaría que habláramos. Solo hablar. Si estás dispuesta».

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