Un millonario había invitado a su nueva novia a cenar, pero todo cambió cuando vio a su exesposa, embarazada, trabajando como camarera.

Era un viernes por la noche en el centro de San Diego, California. El restaurante en la azotea, «Elysian», vibraba al son de un jazz suave, bañado en una luz dorada donde entrechocaban las copas de vino. Evan Hartley se ajustaba el cuello de su chaqueta de diseñador, su Rolex brillando bajo las bombillas Edison colgantes. A sus 42 años, Evan era un millonario hecho a sí mismo en el sector inmobiliario, el tipo de hombre que, cuando entraba en una habitación, atraía todas las miradas, no porque lo pidiera, sino porque lo esperaba.

Frente a él se encontraba Kendra, de 27 años, influencer de Instagram y futura coach de bienestar. Se reía a carcajadas, un poco demasiado fuerte para el ambiente, y sus anécdotas parecían demasiado preparadas. A Evan le caía bien: era guapa, segura de sí misma y sabía perfectamente desempeñar su papel en público. Pero mientras bebían su vino y hojeaban el menú, la atención de Evan se desvió.

Entonces la vio.

Al otro lado del restaurante, avanzando con paso lento y deliberado, una mujer con un vestido de maternidad negro y zapatos antideslizantes; claramente una camarera. Llevaba el pelo recogido en un moño práctico. Su rostro estaba ligeramente más redondo de lo que recordaba, pero la reconoció al instante.

Era Claire.

Su exesposa.

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