LAS PALABRAS QUE NO PUEDO OLVIDAR
Escuché el sonido de la puerta, y luego su voz. “Sofía, ven aquí. No tienes nada que temer, no hay nadie más.”
Sofía. (Sustituyendo a Maya para la fluidez en español). El nombre de mi mejor amiga. La mujer que estuvo conmigo desde la universidad hasta el día de mi boda. La mujer a la que le confié todo — hasta los secretos de mi corazón.
“Ricardo… podría despertar.” “Ella no va a despertar. Ya lleva un mes ahí. No te preocupes.”
Lloraba en silencio dentro del silencio. Nadie podía ver, nadie podía oír. Pero cada palabra de ellos me perforaba el alma.
“Te lo dije, desde el principio, yo te amo a ti, Sofía.” “¡Pero yo soy tu esposa, Ricardo!” “Solo soy esposa en el papel. Yo te quiero a ti.”
Escuché el beso. El sonido de sus pasos acercándose a mi cama. Y entonces, sentí el calor de la mano de Sofía mientras acariciaba mi cabello.
“Discúlpame, Luna. Pero a veces, tengo que ponerme a mí primero.”
Quería gritar. Quería levantarme y agarrarla del pelo. Pero nada en mi cuerpo se movía — excepto por las lágrimas que rodaron por el borde de mis ojos y que ellos no notaron…