“No, señora… no lo estoy.”
Pero Sophia no estaba convencida. Su voz se volvió cortante.
“No me mientas. Sé que algo está pasando. Ahora, dime, ¿estás embarazada?”
Ya no tenía sentido mentir. El rostro de Emily palideció mientras asentía, con la voz apenas audible.
“Sí, señora… estoy embarazada.”
Los ojos de Sophia se abrieron de par en par, sorprendidos, pero la sorpresa no tardó en dar paso a la furia.
“¿Estás… estás embarazada? ¿Cómo pudiste? ¿Quién es el responsable de esto?”
Emily permaneció en silencio, incapaz de articular las palabras que revelaran la verdad.
Pero Sophia, astuta y desconfiada, empezó a atar cabos. Los dormitorios separados, la tensión entre ella y William, la forma en que él se había comportado con Emily…
La impactó como un rayo.
“Era William, ¿verdad?”, siseó, con la voz cargada de veneno.
Emily no respondió, pero su silencio fue suficiente confirmación.
Sophia estalló de rabia, con las manos temblorosas mientras señalaba la puerta.
“¡Fuera! No quiero volver a verte la cara. Estás despedida. ¡Fuera de mi casa!”
El corazón de Emily se encogió al darse cuenta de que no tenía adónde ir.
“Por favor, señora… No tengo a quién más recurrir. Mi madre está enferma en el hospital y necesito este trabajo para mantenerla.”
La expresión de Sophia se endureció.
”Ese no es mi problema. Puedes llevarte tu embarazo y tu triste historia a otro lugar. Vete ahora antes de que llame a seguridad para que te echen.”
Emily, destrozada y derrotada, empacó sus pocas pertenencias y abandonó la mansión. Vagó por las calles, con la mente llena de miedo e incertidumbre. No sabía qué hacer ni adónde ir. Su madre seguía en el hospital, y sin trabajo, Emily no tenía forma de pagar el tratamiento que su madre necesitaba desesperadamente.
Pasaron los días, y la madre de Emily murió; su enfermedad empeoró sin la atención adecuada. Emily se quedó sola, llorando la pérdida de su madre mientras cargaba con el peso de su hijo nonato.
Con el paso del tiempo, Emily dio a luz a trillizos: tres hermosos niños que eran la única luz en su ahora oscuro mundo. Pero criarlos no fue fácil. Sin trabajo, se vio obligada a sobrevivir, vendiendo productos en las calles solo para alimentar a sus hijos. Cada día era una lucha por la supervivencia, y Emily a menudo se preguntaba cuánto más podría soportar.
Mientras tanto, de vuelta en la mansión, William y Sophia continuaban con sus miserables vidas, ambos atrapados en el matrimonio sin amor que se habían forjado. William, aunque consumido por la culpa, nunca volvió a mencionar a Emily, y Sophia, aún furiosa, se aseguró de borrar cualquier rastro de la criada que una vez vivió bajo su techo.
Pero poco sabían que sus caminos se cruzarían con los de Emily una vez más, y las consecuencias de sus acciones pasadas volverían para atormentarlos de maneras que jamás imaginaron.
Años después…
 
					