Un empresario buscó a su hija desaparecida durante 16 años, sin saber que ella llevaba mucho tiempo viviendo y trabajando en su propia casa.

Entonces, una noche, Ana llamó a la puerta de su oficina.

Sus ojos estaban rojos y tenía un papel doblado en la mano.

—Encontré esto en mi vieja caja de la infancia —dijo en voz baja—. Tiene la dirección de su empresa al dorso. Y este collar…

Ella levantó el relicario.

Mi asistente social dijo que fue lo único que me encontraron cuando me dejaron en la comisaría de niño. Pensé… que quizá sabías algo.

Martín tomó el papel con dedos temblorosos.

Era una foto.

Un hombre sostiene a una niña en un parque.

Su traje era el mismo. Y el bebé también.

Así estaba garabateado el nombre en la parte posterior: Sophie Blake.

Martín tragó el nudo que tenía en la garganta y la miró a los ojos.

“Te he estado buscando durante dieciséis años”, susurró.

Ana se quedó congelada.

Sus labios se separaron.

La verdad se instaló entre ellos, silenciosa y desgarradora.

“Soy tu padre.”

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