Un empresario buscó a su hija desaparecida durante 16 años, sin saber que ella llevaba mucho tiempo viviendo y trabajando en su propia casa.

El silencio después de las palabras de Martín fue insoportable.

Ana —Sophie— se quedó paralizada en su oficina, respirando con dificultad. Su mirada saltaba de la foto al rostro de Martin, como si su mente no pudiera asimilar lo que acababa de oír.

—No… no entiendo —dijo finalmente, con la voz entrecortada—. ¿Estás diciendo que soy… tu hija?

Martín se levantó de detrás del escritorio, lentamente, para no asustarla.

—Te secuestraron cuando tenías cuatro años —dijo con dulzura—. Nunca he dejado de buscarte.

Metió la mano en su cajón, sacó un álbum de fotografías desgastado y lo abrió por la primera página.

Allí estaba ella. Su carita radiante, con el pastel esparcido por sus mejillas.

—Te llamé Sophie —susurró, con la garganta llena de emoción—. Sophie Elise Blake.

Ana se quedó mirando.

Entonces algo brilló en sus ojos.

Un susurro de memoria.

Una mujer cantando suavemente mientras se cepilla el cabello.

Un conejito de terciopelo metido bajo el brazo.

Un hombre de ojos plateados cargándola sobre sus hombros en un parque lleno de risas.

Siempre había estado fragmentado. Un sueño que creía que pertenecía a otra vida.

Pero ahora se sentía real.

Extendió lentamente la mano hacia el álbum de fotos. Sus dedos temblaban al tocar la página.

—Solía soñar con esto —murmuró—. Pensaba que era… solo mi imaginación.

Martín asintió, conteniendo las lágrimas.

“Pensé que te había perdido para siempre.”

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