Ramón suspiró, una sonrisa amarga cruzando su rostro magullado. Siempre fuiste terca como tu madre. No menciones a mi madre. Tu madre me amaba, ¿sabes? Realmente me amaba. Pero tú, tú siempre me odiaste. Isabela sintió una furia familiar ardiendo en su pecho. Te odié porque veía cómo la mirabas.
Veía cómo esperabas a que se durmiera para mirarme a mí. Era un hombre solitario. Eras un depredador y cuando mi madre murió, pensaste que finalmente podrías hacer lo que siempre quisiste. Ramón se incorporó ligeramente, sus ojos brillando con algo peligroso. ¿Sabes qué? Tienes razón. Y lo habría hecho si no fueras tan resistente. El estómago de Isabela se revolvió.
Por eso me echaste, porque no pude conseguir lo que querías. Te eché porque eras un recordatorio constante de mi fracaso. Cada vez que te veía recordaba que no pude controlarte como controló a tu madre. Estás enfermo, tal vez, pero aquí está la cosa, querida hijastra. Ahora no tengo nada que perder. Isabela sintió alarma inmediata.
¿Qué quieres decir? Quiero decir que voy a pasar los próximos 10 años en prisión gracias a esa auditoría que se activó después de que te fuiste y como no tengo nada que perder, decidí que tú tampoco vas a tener nada. ¿De qué hablas? Ramón sonrió y la expresión fue absolutamente chillante.
Hablé con una reportera muy interesante esta mañana. Le conté una historia fascinante sobre una mujer inestable que secuestró a una niña del sistema de acogida y está viviendo con un psicólogo que abusa de su posición profesional. Isabel la sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Nadie te va a creer. No tengo los mensajes de texto que me enviaste amenazándome.
Oh, espera, esos los inventé, pero tengo testigos que dirán que los vieron. ¿Qué testigos? Gente que me debe dinero. Gente dispuesta a decir cualquier cosa para reducir sus propias sentencias. Isabela se agarró al respaldo de la silla. ¿Por qué haces esto? Qué ganas destruyéndome satisfacción. La satisfacción de saber que si yo no puedo ser feliz, tú tampoco puedes serlo.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió. Carmen entró, seguida por una mujer que Isabela no reconoció. Señor Heredia, soy la detective Vargas. Tenemos algunas preguntas sobre las declaraciones que hizo esta mañana. Ramón se puso pálido. No sé de qué habla. Carmen se acercó a Isabela. Necesitamos que venga con nosotras.
Estoy arrestada. No, pero tenemos que hablar. Una hora después, Isabela estaba en una sala de interrogatorios fría con Carmen y la detective Vargas sentadas frente a ella. Señorita Morales, ¿es cierto que ha estado viviendo con el doctor Ruiz y una menor bajo custodia temporal? Sí.
Y es cierto que no tenía hogar cuando conoció a la menor. Sí. ¿Es cierto que amenazó a su padrastro vía mensaje de texto? No, él me amenazó a mí. Tengo los mensajes en mi teléfono. Isabela sacó su teléfono y se lo entregó a la detective, quien revisó los mensajes con creciente interés. Esto es interesante.
Los mensajes muestran un patrón de acoso por parte del señor Heredia hacia usted. Exactamente. Él me está chantajeando porque sabe que estoy tratando de adoptar a Esperanza. Carmen se inclinó hacia adelante. Isabela, hay algo más que necesitas saber. Esta mañana, antes de que Ramón hablara con la prensa, recibimos una llamada de alguien más. ¿De quién? de esperanza. Isabela sintió que su corazón se detenía.
¿Qué? Llamó a mi oficina esta mañana. Dijo que tenía información importante sobre por qué te echaron de tu casa. La detective Vargas abrió una carpeta. Esperanza nos contó sobre las amenazas, sobre cómo tu padrastro te había estado acosando, pero también nos dijo algo más. ¿Qué nos dijo? que escuchó a Ramón hablando por teléfono con alguien sobre dinero, fecha, lugares, nombres, detalles que solo alguien involucrado en el fraude conocería. Isabela se quedó sin aliento.
Esperanza sabía sobre la malversación. No sabía qué significaba lo que había escuchado, pero cuando le explicamos se dio cuenta de que tenía información que podría ayudarte. Carmen sonrió ligeramente. Esa niña te ama mucho, Isabela, tanto que estuvo dispuesta a testificar contra un adulto para protegerte.
¿Dónde está ahora? En la clínica con el doctor Ruiz. Están esperando noticias. La detective Vargas cerró su carpeta. Señorita Morales, basándome en la evidencia que hemos recopilado y el testimonio de esperanza, está claro que usted ha sido víctima de acoso y chantaje por parte de su padrastro.
No habrá cargos contra usted y Ramón enfrentará cargos adicionales por acoso, chantaje y obstrucción de la justicia. Isabela sintió lágrimas de alivio corriendo por sus mejillas. Eso significa que puedo quedarme con esperanza. Carmen suspiró. Isabela, eso lo decide el juez, pero puedo decirte que tu disposición para someterte a investigación, el testimonio de esperanza y la recomendación del doctor Ruiz van a pesar mucho en tu favor.
Mateo escribió una recomendación, una de cinco páginas, muy detallada, muy convincente. Isabela sonrió a través de sus lágrimas. Puedo verlos ahora. Claro. Pero hay una cosa más. Carmen le entregó otro papel. Los Vegas retiraron su interés en esperanza. ¿Por qué? Porque cuando Carmen los llamó para explicar la situación, dijeron que no querían separar a una niña de alguien que claramente la ama tanto.
Isabella sintió que su corazón se expandía hasta llenar toda su caja torácica. Eso significa significa que tienes una oportunidad real, Isabela, una oportunidad real de ser la madre que Esperanza necesita. 30 minutos después, Isabela irrumpió en la clínica donde Mateo y Esperanza esperaban. La niña corrió hacia ella inmediatamente.
Isabela, ¿estás bien? ¿Te lastimó el hombre malo? No, pequeña, estoy más que bien. Isabel la levantó a esperanza y la abrazó con fuerza. Escuché que llamaste a Carmen esta mañana. Esperanza se ruborizó. Sabía que el hombre malo te estaba lastimando y nadie lastima a mi mamá.
Tu mamá eres mi mamá del corazón y las mamás del corazón son las mejores mamás porque las eliges. Isabela sintió lágrimas corriendo por sus mejillas. Eso significa que quieres que sea tu mamá para siempre. Sí. Y Mateo puede ser mi papá del corazón. Isabela miró a Mateo, quien se había acercado lentamente. Eso depende de si él quiere ser parte de nuestra pequeña familia loca.
Mateo sonrió. Esa sonrisa que había llegado a amar tanto. No hay nada en el mundo que quiera más. Se besaron por encima de la cabeza de esperanza, quien gritó, “¡Qué asco!”, pero se rió al mismo tiempo. Entonces dijo Esperanza. Esto significa que no tengo que irme con los Vega.
Significa que vamos a luchar para que te quedes con nosotros para siempre y vamos a vivir juntos como una familia real. Isabela miró a Mateo, quien asintió. Como una familia real. Y podemos tener un perro. No exageres, pequeña”, se rió Isabela, pero mientras abrazaba a Esperanza y sintió el brazo de Mateo rodeándolas a ambas, Isabela pensó que tal vez sí podrían tener un perro, tal vez podrían tener todo.
Por primera vez en años, el futuro se veía brillante, lleno de posibilidades y completamente suyo. En algún lugar de la ciudad, en una cama de hospital, Ramón Heredia se quedó dormido sabiendo que había perdido su última oportunidad de lastimar a Isabela. Y en una pequeña clínica en el centro de Madrid, una familia no tradicional, pero perfecta, comenzó a planear su futuro juntos.
Porque a veces las mejores familias no son las que nacen, sino las que se eligen. 18 meses después, el sol de primavera se filtraba a través de las ventanas del pequeño estudio de danza que Isabela había abierto en el barrio de Malasaña. Las paredes estaban cubiertas de espejos y fotografías de sus estudiantes, niños de todas las edades que habían encontrado en la danza una forma de expresar lo que las palabras no podían. “Mamá Isabela, mira lo que puedo hacer.
” Esperanza, ahora de 11 años y con una sonrisa que iluminaba toda la habitación, ejecutó un piroet perfecto en el centro del estudio. Increíble, mi amor, has estado practicando. Papá Mateo me ayudó ayer en la noche. Dice que tengo equilibrio natural. Isabel la sonrió al escuchar a Esperanza referirse a Mateo como papá Mateo.
La adopción se había finalizado 6 meses atrás, pero para esperanza él había sido su padre desde el primer día que les ofreció refugio. ¿Dónde está tu papá, Mateo ahora? Hablando por teléfono con el señor García sobre los papeles de adopción de Ana. Isabela sintió una calidez familiar en el pecho. Ana era una niña de 8 años que había llegado al centro donde trabajaba Mateo tr meses atrás.
Su caso había tocado profundamente a la familia y después de muchas conversaciones habían decidido ampliar su hogar. La puerta del estudio se abrió y Mateo entró con su cabello más largo y una sonrisa cansada, pero feliz. ¿Cómo fue la llamada? Preguntó Isabela. Buenas noticias. La evaluación final fue aprobada.