Ana puede venir a casa con nosotros la próxima semana. Esperanza gritó de alegría. Voy a tener una hermana pequeña. Tengo que enseñarle a bailar. Primero vamos a dejar que se adapte. ¿De acuerdo? dijo Isabela abrazando a su hija. Recuerda lo nerviosa que estabas tú al principio, pero ahora somos una familia real. Siempre fuimos una familia real, pequeña, desde aquella noche en la parada del autobús.
Mateo se acercó y rodeó a ambas con sus brazos. ¿Saben qué día es hoy? Viernes. Gritó Esperanza. No, algo más especial. Isabela frunció el seño pensando, “El aniversario de la adopción, ¿no? Eso fue el mes pasado. Tu cumpleaños, no.” Esperanza se iluminó. El día que nos conocimos hace exactamente 18 meses.
Muy bien, pequeña detective. Mateo sacó una pequeña caja de terciopelo de su bolsillo. Isabela sintió que el corazón se le aceleraba. Mateo, Isabela, hace 18 meses. Dos personas que se necesitaban se encontraron en la nieve y desde entonces hemos construido algo hermoso juntos, no solo un amor, sino una familia.
Se arrodilló frente a ella, abriendo la caja para revelar un anillo sencillo pero elegante. Isabela Morales, ¿quieres casarte conmigo? ¿Quieres hacer oficial lo que ya sabemos en nuestros corazones? Isabela sintió lágrimas corriendo por sus mejillas. Sí, sí, por supuesto que sí. Esperanza saltaba de emoción. Vamos a tener una boda.
Puedo ser la dama de honor. Eres mucho más que eso dijo Isabela abrazándola. Eres la razón por la que todo esto es posible. Mateo deslizó el anillo en el dedo de Isabela y los tres se abrazaron en el centro del estudio de danza. rodeados por la luz dorada del atardecer. “¿Saben qué?”, dijo Esperanza. “Creo que mi mamá del cielo estaría feliz de saber que encontré una nueva familia.” “¿Por qué dices eso?”, preguntó Isabela.
Porque antes de morir me dijo que siempre encontraría gente que me iba a amar, solo que no sabía que iba a hacer tan pronto. Isabel la apretó a esperanza más fuerte, recordando a esa niña valiente que había compartido su sándwich en una noche nevada. “¿Qué van a hacer ahora que van a casarse?”, preguntó Esperanza.
Vamos a seguir siendo exactamente lo que somos”, dijo Mateo. “Una familia que se eligió mutuamente, “y vamos a vivir felices para siempre.” Isabela miró alrededor del estudio que había construido con sus propias manos. Pensó en la casa que compartían llena de risa y música, en Ana, que pronto se uniría a ellos, en todos los niños que habían ayudado a sanar a través de la danza y la terapia.
No sé si alguien vive feliz para siempre, pequeña, pero sé que vamos a vivir felices por hoy y mañana vamos a trabajar para ser felices mañana. Eso es todo lo que necesitamos, dijo Mateo. Un día feliz a la vez. Afuera, la nieve había comenzado a caer suavemente, recordándoles aquella noche que había cambiado todo.
Pero esta vez la nieve se veía diferente, no como algo frío y amenazante, sino como algo hermoso y mágico, como la prueba de que incluso las tormentas más difíciles pueden traer los regalos más inesperados. Y mientras los tres permanecían abrazados en el estudio lleno de luz y amor, Isabela pensó en lo lejos que habían llegado desde aquella parada de autobús.
“Tú no tienes casa y yo no tengo mamá”, había dicho esperanza aquella noche. Ahora los dos tenían ambas cosas y mucho más. Tenían una familia construida sobre la elección, el amor y la promesa de que nadie tendría que enfrentar las tormentas solo nunca más.