Laura no era ingenua. Había visto de cerca la ambición de su esposo y su forma de manipular a cualquiera que se interpusiera en sus planes. Sin embargo, nunca imaginó que pudiera llegar a un punto tan extremo. Si la historia te está gustando, no olvides darle like, suscribirte y comentar qué te está pareciendo. Ana intentó abrir la puerta del coche para evitar que Laura se moviera, pero ella, todavía incrédula, miró el tablero como si pudiera encontrar una prueba visible del sabotaje.
El portero, que había estado observando todo desde la entrada, comenzó a acercarse con cautela, pero Julián desde el balcón levantó una mano dándole a entender que no interviniera. Esa complicidad silenciosa hizo que Ana sintiera un escalofrío recorrerle la espalda. Laura, por su parte, se sintió atrapada entre dos realidades. Confiar en la lealtad de una empleada de años o pensar que todo era un invento para causar problemas. Ana decidió ir más allá. No es solo eso, Laura. Él no está solo en esto.
Hay gente esperando en el camino, gente que se asegurará de que aunque sobrevivas no llegues a tu destino. Laura apretó el volante con los nudillos blancos y miró hacia la reja de salida como si fuera una trampa de la que no podía escapar. Su respiración se aceleró y por primera vez en años sintió verdadero miedo por su vida. El rugido lejano de otro coche acercándose rompió el tenso silencio. Ana dio un paso atrás, pero sus ojos no dejaron de suplicar a Laura que no arrancara.
Laura miró de nuevo a Julián, quien ahora ya no sonreía, sino que la observaba con una expresión de fría advertencia. En ese instante, supo que algo terrible estaba a punto de pasar y que tomar la decisión equivocada podría costarle todo. Laura sintió como el pulso se le aceleraba cuando el auto que escuchó a lo lejos se detuvo justo detrás de ella. Un hombre desconocido bajó de él con pasos firmes y una chaqueta oscura que ocultaba gran parte de su rostro.
¿Todo bien aquí?, preguntó con una voz tan seca que parecía una orden. Ana se adelantó tratando de bloquear la puerta del coche de Laura, pero el sujeto le lanzó una mirada amenazante que la obligó a retroceder. Laura, atrapada entre la incertidumbre y el miedo, sintió que el aire se volvía más denso. Todo en esa escena gritaba peligro. Julián bajó lentamente por las escaleras de la mansión, ajustándose los puños de la camisa como si se preparara para un acto cuidadosamente calculado.
“Amor, ¿qué es todo este teatro? ¿Vas a creer las locuras de una sirvienta resentida?”, dijo con voz suave, pero cada palabra cargaba un veneno invisible. Laura abrió la boca para responder, pero el hombre de la chaqueta se acercó a la puerta del conductor y sin pedir permiso revisó algo debajo del tablero. “Está hecho tal como lo pidió”, murmuró sin notar que Laura lo escuchaba. Ana, con las manos temblorosas gritó, “No la dejes ir. Ese auto no tiene frenos.” Julián volteó bruscamente hacia ella con el rostro endurecido y caminó hacia donde estaba.