Una palabra más y te aseguro que no trabajarás ni en la casa más humilde de este país. Amenazó Laura sintió que el mundo se le desmoronaba. Cada mirada de su esposo confirmaba lo que Ana había dicho. El portero seguía inmóvil, atrapado entre la obediencia al patrón y la creciente tensión que lo asfixiaba. El hombre de la chaqueta se inclinó hacia Laura. “Suba y váyase, señora. Él ya me pagó”, dijo con una sonrisa torcida. Laura tragó saliva, comprendiendo que ya no se trataba de un accidente fortuito, sino de una ejecución programada.
Ana dio un paso hacia ella, rompiendo el miedo. Laura, si arrancas no llegarás ni a la esquina. Hazme caso por una vez. Su voz era una súplica desesperada, pero también una orden cargada de verdad. La presión era insoportable. Julián, visiblemente molesto, gritó, “¡Basta! Esto se terminó. Laura, entra ahora mismo a la casa o atente a las consecuencias. Pero esas palabras no sonaban a preocupación, sino a control absoluto. Fue entonces cuando un segundo auto, un sedán gris, se detuvo abruptamente en la entrada.
De él bajó un hombre robusto de traje oscuro que se identificó como inspector de policía. Recibimos una llamada anónima sobre un posible intento de homicidio”, anunció con voz firme. La mirada de Julián se endureció aún más, como si un plan cuidadosamente tejido comenzara a desmoronarse. El inspector se dirigió primero a Laura. “Necesito que salga del vehículo, señora.” Ella obedeció, pero antes de dar un paso, Ana gritó, “¡Revise el sistema de frenos!” El agente asintió y con ayuda de un mecánico que venía en el mismo auto, levantaron el capó.
El mecánico tardó apenas unos segundos en confirmar esto fue cortado deliberadamente. No hay líquido de frenos. Laura sintió una oleada de náusea y alivio al mismo tiempo. Ahora había pruebas y no solo palabras. Julián intentó mantener la calma. Esto es ridículo. Cualquiera pudo hacer eso para incriminarme. Pero el inspector se acercó a él con paso lento y seguro. Curioso, porque uno de mis hombres escuchó a su amigo de la chaqueta decir que estaba hecho tal como usted lo pidió, replicó.
El hombre de la chaqueta intentó huir, pero fue derribado por otro policía que había permanecido en el sedán. Ana respiró profundo por primera vez en toda la mañana mientras veía como la máscara de Julián se rompía. Laura, con la voz quebrada pero firme, miró directamente a su esposo. Te di mi vida, confíé en ti y me pagas con esto. Julián trató de responder, pero el inspector lo interrumpió. Queda detenido por intento de homicidio y conspiración. Mientras lo esposaban, Laura se volvió hacia Ana.
Me salvaste la vida. No sé cómo agradecerte. Ana sonrió débilmente y respondió, “Usted ya lo hizo cuando me trató con dignidad todos estos años. Hoy solo devolví el favor. Horas después, en la comisaría, Laura declaró todo con detalles, asegurándose de que no quedara resquicio legal para que Julián escapara. Al salir, abrazó a Ana con fuerza. No solo había sobrevivido, sino que había visto la verdadera cara de la persona con la que compartía su vida. Se marcharon juntas, dejando atrás la mansión y a un hombre que creyó que el poder lo hacía intocable. Nunca sabes quién está detrás de la máscara. Las apariencias pueden engañar, pero el respeto y la dignidad siempre deben ser innegociables.