Traición y triunfo: como una hermana….

Recordé todos los momentos de mi vida después de la traición: las lágrimas, las noches en un apartamento vacío, los pasos por calles desconocidas, los días en que parecía que nunca volvería a ser feliz. Todo no había sido en vano. Cada pequeño paso, cada esfuerzo me había ayudado a ser más fuerte. Y ahora sentía que podía afrontar cualquier dificultad porque dentro de mí yacía una fuerza que nadie podría quitarme.

El funeral continuó, y noté que mi padre me agarraba la mano con más fuerza. Él percibió el cambio; vio que yo había cambiado, que ya no era la chica que había perdido el amor. Podía sentirme adulta, segura de mí misma y capaz de protegerme a mí misma y a mis sentimientos.

Después del servicio, Maxim me rodeó los hombros con el brazo y salimos. La lluvia seguía cayendo, pero las gotas ya no se sentían frías; arrastraban los restos de dolor y resentimiento, dejando una sensación de nuevo comienzo. Respiré el aire fresco y comprendí que mi vida volvía a ser mía.

Ekaterina permaneció dentro. La oí susurrar algo para sí misma, pero su voz era débil. Había perdido su victoria ilusoria. Intentó aparentar felicidad y éxito, pero se dio cuenta de que sus éxitos eran vanos si su corazón no estaba lleno de verdadero amor y autocomprensión.

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