“La presentación es una obra de arte comestible. ¿Quién es el chef? Es una cocinera local”, balbuceó Rodrigo sintiendo que perdía el control de la situación. El postre fue el golpe final. Torrijas de constructed con helado de canela líquida, miel de azahar que se cristalizaba al tocar la lengua y una esfera de chocolate que al romperse liberaba el aroma de vainilla de Madagascar. “¡Rodrigo!”, gritó el crítico gastronómico levantándose de la mesa. Necesito conocer a este genio inmediatamente. Esta cena merece una reseña en primera plana.
Rodrigo sintió que el mundo se tambaleaba, se excusó y corrió hacia la cocina. Encontró a Esperanza limpiando meticulosamente cada utensilio, como si nada extraordinario hubiera pasado. “¿Qué diablos acaba de ocurrir ahí arriba?”, le gritó. Esperanza lo miró con esos ojos calmados que no habían cambiado desde la mañana. Preparé la cena que me pidió, señor Mendoza. Esa no era una cena normal, era gastronomía molecular de nivel mundial. El crítico del país quiere escribir sobre usted. Ah, murmuró Esperanza secándose las manos.
¿Le gustó entonces? Le gustó. Señora, acaba de preparar la mejor cena que se ha servido en esta casa en 20 años, donde aprendió a cocinar así. Esperanza bajó la mirada jugueteando con el borde de su delantal. Se lo dije esta mañana, señor Mendoza. Tengo tres doctorados. Por favor, deje de bromear. Dígame la verdad. En ese momento, el crítico gastronómico irrumpió en la cocina, seguido por todos los invitados. Usted debe ser el chef. exclamó dirigiéndose a Esperanza. Soy Miguel Erran crítico gastronómico del país.
Acabo de probar la mejor paella molecular de mi vida. ¿En qué restaurante Micheline trabajaba antes? Esperanza miró a Rodrigo con una expresión que claramente decía, “Se lo advertí. No he trabajado en restaurantes, señor Gerrans. Imposible. Esa técnica de esferificación es perfecta y la deconstrucción del gaspacho requiere años de experiencia en gastronomía molecular. Bueno, susurró Esperanza. Cuando uno tiene doctorados en ciencias de la alimentación, nutrición clínica y bioquímica, estas técnicas son aplicaciones básicas de la ciencia. El silencio que siguió fue sepulcral.
Miguel Herrans se acercó lentamente a Esperanza. dijo, “Doctorados en ciencias alimentarias.” “Sí, señor.” Rodrigo sintió que las piernas le fallaban. La risa arrogante de la mañana se había convertido en una pesadilla humillante. “¿Tiene alguna credencial que lo demuestre?”, preguntó el embajador francés fascinado. Esperanza miró a Rodrigo una última vez como pidiendo permiso. Él asintió débilmente, ya sin palabras. Esperanza. salió de la cocina y regresó con su bolso. Sacó tres diplomas enmarcados, una carta de recomendación y varias medallas.
Miguel Herrans leyó en voz alta: “Dctor Esperanza Morales García, Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Barcelona, Universidad de Salamanca, se volteó hacia Rodrigo con una expresión de incredulidad total. Rodrigo, usted sabía que tenía a una de las científicas alimentarias más reconocidas de España trabajando como cocinera. Rodrigo Mendoza, el hombre que se burlaba de títulos universitarios, el magnate que creía que el dinero era lo único que importaba, se encontró completamente mudo por primera vez en su vida. La humillación de Rodrigo Mendoza estaba apenas comenzando.
Miguel Herrans había sacado su teléfono y estaba fotografiando los diplomas de esperanza con la intensidad de un investigador que acaba de descubrir un tesoro arqueológico. Dios mío”, exclamó leyendo la carta de recomendación firmada por Ferrana Adriá dice que usted desarrolló tres técnicas de gastronomía molecular que él implementó en el buy. El embajador francés se acercó ajustándose los lentes. Drctor Morales, ¿es usted la misma Esperanza Morales que publicó el estudio sobre optimización nutricional en gastronomía de alta cocina en la revista científica Nature Food en 2005?