SU PADRE LA CASÓ CON UN MENDIGO POR HABER NACIDO CIEGA — ¡Y ESTO FUE LO QUE PASÓ!

La Matriarca permaneció en silencio por un momento. Luego dio un paso adelante y abrazó a Zainab. “Entonces ella es mi hija,” dijo. Zainab casi se desploma de alivio. Yusha le apretó la mano y susurró: “Te lo dije, estás a salvo.” Esa noche, mientras se acomodaban en su habitación en el palacio, Zainab se paró junto a la ventana, escuchando los sonidos de los terrenos reales. Toda su vida había cambiado en un solo día. Ya no era “esa cosa” encerrada en una habitación oscura. Era una esposa, una princesa, una mujer que había sido amada no por su apariencia o belleza, sino por su alma. Y aunque la paz llenó ese momento, algo oscuro aún persistía en su corazón — la sombra del odio de su padre. Sabía que el mundo no la aceptaría fácilmente, que la corte susurraría y se burlaría de su ceguera, y que los enemigos surgirían dentro de los muros del palacio. Sin embargo, por primera vez, no se sintió pequeña. Se sintió poderosa.

A la mañana siguiente, fue convocada a la corte, donde se habían reunido nobles y líderes. Algunos se burlaron al verla entrar con Yusha, pero ella mantuvo la cabeza en alto. Luego vino el giro inesperado. Yusha se paró ante ellos y declaró: “No seré coronado hasta que mi esposa sea aceptada y honrada en este palacio. Y si no lo es, entonces me iré con ella.” Jadeos y murmullos llenaron la sala. Zainab sintió su corazón latir con fuerza mientras lo miraba. Él ya lo había dado todo por ella. “¿Renunciarías al trono por mí?” susurró. Él la miró con feroz pasión en sus ojos. “Ya lo hice una vez. Lo haría de nuevo.” La Matriarca se puso de pie. “Entonces que se sepa — a partir de este día, Zainab no es solo su esposa. Es la Princesa Zainab de la Casa Real. Cualquiera que la falte al respeto, falta al respeto a la corona.”

Y con esas palabras, la sala quedó en silencio. El corazón de Zainab latió con fuerza — ya no por miedo, sino por fortaleza. Sabía que su vida seguiría cambiando, pero ahora, lo haría bajo sus propios términos. Ya no era una sombra — sino una mujer que había encontrado su lugar en el mundo. Y lo mejor de todo, por primera vez, no necesitaba ser vista por su belleza — solo por el amor en su corazón.

La noticia de la aceptación de Zainab como princesa se extendió rápidamente por todo el reino. Los nobles, inicialmente desconcertados por la ceguera de la nueva princesa, comenzaron a ver más allá de su discapacidad. Lo que Zainab había demostrado — a través de su dignidad, su fortaleza y, sobre todo, su amor incondicional por Yusha — hizo que muchos que antes dudaban de ella comenzaran a respetarla. Pero la vida en el palacio no sería fácil. Aunque Zainab había encontrado su lugar junto a Yusha, los desafíos eran muchos. La corte real era un espacio lleno de intriga, ambición y personas que veían a Zainab como una amenaza a la tradición. Los susurros llenaban los pasillos del palacio, y no todas las miradas sobre ella eran amables. Sin embargo, Zainab había aprendido a ver el mundo de manera diferente. Aunque sus ojos no podían ver, ella podía percibir las intenciones de las personas — a través del tono de voz, el lenguaje corporal y el peso del silencio.

Una tarde, mientras caminaba por los jardines del palacio con Yusha a su lado, Zainab reflexionó sobre todo lo que había vivido. A pesar de los crecientes esfuerzos por aceptarla, algo todavía la carcomía — una sensación de no ser completamente bienvenida. No era solo su ceguera — era algo más profundo, ligado a su pasado y a la vida que se había visto obligada a dejar atrás. “A veces siento que todavía no me han aceptado de verdad”, le admitió a Yusha, apoyándose en su brazo. Él la miró con ternura y comprensión. “Lo sé, Zainab. Y aunque no puedo cambiar lo que piensan los demás, necesito que sepas esto: Para mí, siempre eres suficiente. No eres solo mi esposa — eres la mujer que amo con todo mi corazón.” Zainab se detuvo y se volvió hacia él. Aunque no podía ver su rostro, su voz era todo lo que necesitaba. La calma en sus palabras la hizo sentir segura, aunque el eco del rechazo aún persistía en su corazón.

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