SU PADRE LA CASÓ CON UN MENDIGO POR HABER NACIDO CIEGA — ¡Y ESTO FUE LO QUE PASÓ!
“Sé que no será fácil,” continuó. “Mi padre nunca aceptó quién soy. Y ahora, aquí en este palacio, temo que solo me vean por mi ceguera… por mi pasado. A veces, no sé si merezco todo esto.” Yusha se inclinó, levantándole suavemente la barbilla, su voz suave pero firme… “Zainab, mereces todo lo que tienes — y mucho más,” dijo Yusha. “No es tu ceguera lo que te define, ni tu pasado. Lo que te define es tu alma, tu bondad, tu coraje.
Por eso eres una princesa — no solo de este palacio, sino de mi corazón. No importa lo que digan los demás. No eres un adorno, ni una curiosidad. Eres todo para mí.” Con esas palabras, Zainab sintió una calidez florecer en lo profundo de su ser. Yusha no solo la aceptaba — la amaba por quien realmente era, sin importar su apariencia, su ceguera o su pasado. Su amor era una fuerza que la llenaba de confianza. En ese momento, Zainab tomó una decisión: No permitiría que el prejuicio de la corte o el recuerdo de su padre la definieran. No sería simplemente la esposa del príncipe o la princesa ciega. Sería mucho más.
Se convertiría en la mujer que transformó el palacio desde dentro — una mujer que demostraría que el verdadero poder proviene de la autenticidad, de ser uno mismo frente a cada obstáculo. Y así, Zainab comenzó a tomar un papel activo en la corte real. Usó su voz, su sabiduría y su profunda sensibilidad para cambiar las percepciones de los nobles — no con palabras duras, sino con acciones. Durante las reuniones de la corte, se propuso escuchar a cada noble, comprender sus preocupaciones y buscar soluciones que beneficiaran a todos. Poco a poco, comenzó a ganarse el respeto de la gente — no por su título, sino por su corazón y su capacidad para unir a las personas.
A su lado, Yusha la apoyó en cada paso del camino. Aunque él era el príncipe, nunca temió compartir el protagonismo con Zainab. Comprendió que su verdadero papel era caminar a su lado, respetarla y amarla por quien era. Con el tiempo, Zainab se hizo más fuerte, más segura. Se dio cuenta de que la aceptación que había estado buscando no venía de los demás, sino de sí misma. Y así, a lo largo de los años, Zainab dejó de ser solo la princesa de un palacio.
Se convirtió en la reina de su propio destino, transformando no solo la corte, sino las vidas de todos a su alrededor. El palacio brilló con luz — no por las riquezas o el poder de la corona, sino por la autenticidad de Zainab. Ella había encontrado lo que siempre había anhelado: un lugar en el mundo donde no era vista por lo que le faltaba, sino por lo que tenía para ofrecer. Yusha, siempre a su lado, fue su apoyo constante e incondicional. Juntos, construyeron un reino donde el amor, la aceptación y la fuerza interior triunfaron por encima de todo. Porque al final, Zainab había aprendido: El amor no se construye sobre la apariencia — sino sobre la profunda conexión entre dos corazones. Fin