—Te odié. Durante mucho tiempo. Pero ese odio… se suavizó en decepción. ¿Ahora? Solo quiero protegerlos de más daño. Eso te incluye a ti.
Sarah bajó la mirada. —No quiero quitarte nada. Sé que perdí el derecho a ser su madre cuando me fui.
James se inclinó hacia adelante. —¿Entonces por qué volviste?
Sarah levantó la vista, con los ojos llenos de dolor y algo más—remordimiento.
—Porque he cambiado. He tenido diez años de silencio para escuchar todo lo que ignoré. Pensé que me iba para encontrarme, pero solo encontré un eco. Una vida sin sentido. Y cuando busqué amor de nuevo, lo comparaba con lo que dejé atrás. No valoré lo que tenía hasta que lo perdí.
James dejó que el silencio respirara. No le debía compasión—pero se la ofreció, por los niños.
—Muéstrales eso —dijo—. Pero no con regalos. Con constancia.
En los meses siguientes, Sarah empezó poco a poco.
Ayudó con las salidas de la escuela. Fue a los partidos de fútbol de los gemelos. Aprendió cómo le gustaban los sándwiches a Emma y qué canciones odiaba Mason. Asistió a las presentaciones de ciencias de Lily y fue incluso a la galería de arte de Zoe en el centro comunitario.
Y poco a poco—no de golpe—los muros empezaron a agrietarse.
Una noche, Emma se subió a su regazo sin dudar. —Hueles a flores —susurró.
Sarah contuvo las lágrimas. —¿Te gusta?
Emma asintió. —Puedes sentarte conmigo en la noche de películas.
Sarah miró a James al otro lado de la sala, quien le dio un solo asentimiento.
Era un avance.
Pero la pregunta seguía flotando en la casa: ¿Para qué había vuelto realmente Sarah?
Una noche, después de que los niños se durmieron, Sarah se sentó en el porche trasero con James. Las luciérnagas danzaban en el pasto. Una brisa fresca movía el silencio.
—Me ofrecieron un trabajo en Chicago —dijo—. Es una buena oportunidad. Pero si me quedo, tendré que renunciar a eso.
James la miró. —¿Quieres quedarte?
Ella respiró temblorosa. —Sí. Pero solo si de verdad me quieren aquí.
James miró las estrellas. —No vuelves a la misma casa que dejaste. Ese capítulo ya terminó. Los niños han construido algo nuevo—y yo también.
—Lo sé —dijo ella.