La jueza Montgomery ordenó silencio, pero su voz se perdía entre los murmullos crecientes y las cámaras de los teléfonos que ya transmitían en vivo hacia miles de espectadores. El fiscal Ortega, con el rostro rojo de ira, se inclinó sobre la mesa y bramó. Esto es inadmisible. Es una niña jugando a ser abogada. Camila avanzó hasta quedar frente a él, tan pequeña en estatura, pero gigantesca en presencia.
Lo inadmisible, señor fiscal, es que usted pretenda encarcelar a un hombre inocente con pruebas fabricadas. Lo inadmisible es que ignore que al menos tres tarjetas de acceso diferentes entraron a la misma sala esa noche. ¿Quiere que las nombre ahora o prefiere esperar a que lo haga un tribunal federal? El silencio cayó como un telón pesado.
Ortega parpadeó descolocado y la jueza lo observaba con incomodidad, consciente de que la niña tenía razón. Camila no dio tregua. Usted afirma que las cámaras fallaron misteriosamente, pero casualmente solo en el área restringida que incrimina a mi padre. ¿Qué pasó con las otras 40 cámaras del edificio? ¿Por qué todas funcionaban menos esas o cinco? Eso no es coincidencia, es manipulación.
Un murmullo de aprobación surgió de la galería. Héctor, todavía esposado, no pudo contener una lágrima que recorrió su rostro. La valentía de su hija era más fuerte que cualquier cadena. Ortega intentó recuperar el control. Objeción. Está inventando teorías sin fundamento. Camila levantó un sobre Manila y lo colocó sobre la mesa de pruebas.
Aquí no hay teorías, señor fiscal. Aquí hay testimonios jurados y registros de seguridad. Usted no investigó porque no le importó. Para usted, mi padre es un simple conserje desechable, pero para mí es inocente y voy a demostrarlo aunque me cueste todo. La galería estalló en aplausos y la jueza, con el mazo en alto supo que la batalla que intentaba controlar ya había escapado de sus manos.
El murmullo en la sala se transformó en un zumbido ensordecedor cuando Camila abrió el sobre Manila y desplegó varios documentos cuidadosamente ordenados. Con pasos firmes avanzó hacia la pantalla destinada a mostrar evidencias y con la ayuda temblorosa de un alguacil que ya no sabía si debía detenerla o asistirla. Conectó un dispositivo USB.
De inmediato apareció en la pantalla un video en blanco y negro tomado desde el edificio contiguo al bufete Montgomeryan Asociados. La entrada de empleados, iluminada por una luz mortesina, mostraba claramente a dos figuras ingresando cerca de la medianoche. “Aquí tienen”, dijo Camila con voz clara, proyectando más seguridad de la que realmente sentía.
Esta grabación fue obtenida legalmente del sistema público de seguridad del Banco Meridian, cuyas cámaras apuntan directamente a la entrada trasera del bufete. Fíjense en la hora. 23:28. La sala contigery, el tercero, el mismo que acusó a Héctor. A su lado caminaba un guardia de seguridad que luego firmaría el informe contra el padre de Camila.