El mazo de la jueza golpeó con fuerza. Señorita Torres, ¿está usted en desacato? Camila dio un paso al frente, su voz firme, aunque su corazón la tiera con violencia. En realidad, estoy en posesión de pruebas que el señor Ocampo jamás revisó. Pruebas que demuestran la inocencia de mi padre y exponen un conflicto de intereses que llega hasta su propia familia.
Señoría, el silencio se volvió eléctrico. Los alguaciles dudaban entre intervenir o esperar. El juez cituo al sentir que su autoridad se desmoronaba frente a una adolescente que citaba leyes con precisión quirúrgica. La risa condescendiente que brotó de Ortega y algunos abogados se propagó por la sala como un eco cruel.
Pero Camila permaneció erguida. Su mirada fija, su voz inquebrantable. Aquel instante no era una farsa infantil. Era el inicio de una guerra legal que sacudiría hasta los cimientos del tribunal. El mazo volvió a golpear, pero la autoridad de la jueza Montgomery ya no imponía el mismo respeto. “Suficiente”, murmuró con voz tensa, aunque la sala seguía expectante, colmada por la energía de lo inusual.
Camila abrió lentamente su carpeta de cartón, revelando papeles organizados con una minuciosidad impropia de alguien de su edad. Señoría, antes de que este tribunal se convierta en cómplice de una injusticia, quiero introducir esta moción. El caso Brady contra Maryland obliga a la fiscalía a entregar todas las pruebas, incluidas aquellas que pueden favorecer al acusado.
Sin embargo, aquí se han ocultado datos cruciales. El fiscal Ortega soltó una carcajada nerviosa. Ahora viene a enseñarnos jurisprudencia a una adolescente, Camila no pestañó. Tengo registros que demuestran que la tarjeta de mi padre fue usada en dos lugares distintos al mismo tiempo, lo cual es físicamente imposible, salvo que haya sido clonada.
También tengo declaraciones de empleados de seguridad que vieron a otras personas ingresar esa noche. Un murmullo de incredulidad recorrió la galería. Héctor, con los ojos muy abiertos, observaba a su hija con mezcla de orgullo y temor. La jueza apretó el mazo con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. está insinuando manipulación en las pruebas oficiales.
Camila sostuvo la mirada con una calma que contrastaba con sus temblores internos. No lo insinúo, señoría, lo afirmo y puedo probarlo. El alguacil vaciló antes de acercarse a quitarle los documentos, pero se detuvo al ver que decenas de celulares ya transmitían en vivo la escena. Ortega se levantó furioso, gritando, “Objeción! Esto es un circo.
Un circo es cuando un fiscal esconde evidencia para salvar su prestigio replicó Camila elevando la voz. En ese instante la sala estalló en murmullos y lo que parecía una simple audiencia preliminar se transformó en un campo de batalla donde una adolescente de 14 años empezaba a desarmar, pieza por pieza, la farsa construida contra su padre.