En pleno tribunal, una joven de 15 años desafía al juez declarando, “Soy la abogada de mi padre”. Lo que comienza como una risa de burla, pronto se convierte en un juicio histórico que nadie olvidará. En medio de una sala de tribunal abarrotada, donde el aire parecía espesarse con cada suspiro de impaciencia, una voz inesperada rompió el murmullo general.
“Señoría, me opongo a este procedimiento.” Todos se giraron al unísono. Incrédulos. La voz provenía de una adolescente de apenas 14 años de pie con la barbilla erguida y los ojos ardiendo de determinación. Se llamaba Camila Torres, hija única de un conserje humilde acusado falsamente de un robo que jamás cometió.
El juez, un hombre endurecido por décadas de rutina judicial, apenas pudo contener la sonrisa irónica que se dibujaba en su rostro, convencido de que aquello era un espectáculo infantil que pronto se derrumbaría, pero lo que estaba a punto de suceder cambiaría para siempre la percepción de todos en esa sala. Usna, tres días antes, la vida de los Torres parecía transcurrir en la monotonía de siempre.
Héctor Torres, con 54 años y más de dos décadas limpiando los mismos pasillos de mármol del bufete Montgomeran Asociados, cumplía con su jornada con la dignidad silenciosa de quien entiende el valor del trabajo honesto. Saludaba a todos con cortesía, aunque la mayoría apenas lo notaba, salvo una secretaria llamada Mariana, que siempre tenía un gesto amable para él.
Pero esa aparente normalidad se quebró de manera brutal cuando irrumpió por la entrada principal Edgar Montgomery. El tercero, nieto del fundador del bufete, con el rostro enrojecido por la furia, señaló a Héctor con dedo acusador y voz atronadora. Ese hombre robó documentos confidenciales, archivos que valen millones en una fusión corporativa.
Su tarjeta de acceso fue usada anoche en la sala restringida. El conserje quedó paralizado, aún sosteniendo su trapeador, incapaz de comprender cómo su vida podía estar desmoronándose en cuestión de segundos. Y mientras los policías llegaban para esposarlo ante la mirada de decenas de empleados, algunos sorprendidos, otros indiferentes, Camila aún ignoraba que el destino la empujaría a librar una de las batallas legales más intensas y dramáticas jamás vistas.