Sin invitación

La puerta se cerró.
El pastel permaneció en la mesita de noche. Lo tiró a la basura sin siquiera abrirlo.

Capítulo 4. El otro lado de la libertad
Pasaron dos meses.
Sergey ya no llamaba. Solo de vez en cuando la veía en las redes sociales: nuevas fotos, nuevos amigos, como si fuera otra persona.
Y Taisiya comenzó un nuevo capítulo en su vida. Solicitó oficialmente el divorcio.
Sin histeria ni gritos. Simplemente presentó la solicitud y la selló.

Sus compañeros lo notaron: empezó a sonreír con más frecuencia. Empezó a usar vestidos. Compró una tetera nueva, blanca, con flores doradas. Un detalle pequeño, pero simbólico.

A veces, por la noche, se sentaba en el balcón con una copa de vino y pensaba: «Qué sencillo se vuelve todo cuando dejas de tener miedo a la soledad».

Una vecina del primer piso le dijo una vez:

«Taechka, yo no podría con esto. Eres fuerte».

«Estoy harta de ser débil», respondió ella.

Epílogo. Una casa habitada de nuevo
En primavera, compró una puerta nueva. Pesada, fiable, con doble cerradura.
Un técnico la instaló.

Dijo, apretándole la mano: «Una puerta como esta es como entrar en una fortaleza».

«Exacto», sonrió Taisiya. «Necesito una fortaleza ahora, no un patio de paso».

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