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Colgó un cartel en la pared del salón:
«El hogar es un lugar donde te respetan».
A veces, al pasar, lo tocaba involuntariamente con los dedos.
Como recordatorios. Como promesas.
El teléfono estaba sobre la mesa.
El número de Sergey apareció en la pantalla.
Lo miró y pulsó «borrar».
Brillaba el sol afuera.
El apartamento olía a café y aire fresco.
Y por primera vez en muchos años, Taisiya se sintió como en casa.
No solo en su apartamento.
En su vida.