Sin invitación

Colgó.
Y por primera vez, no sintió culpa, sino liberación.

Capítulo 3. La maniobra de la suegra
Una semana después, Alevtina Pavlovna llegó en persona.
Sin llamar. Sin disculpas. Con un pastel.

“Soy la madre de tu marido”, empezó en voz baja, sentándose en el pasillo, como si ya fuera la jefa. “Seryozha y yo queremos arreglarlo todo. Está solo; sin ti, ni siquiera es humano”.

“Estuvo sin mí un año entero”, le recordó Taisiya. “Y no murió”.

“Estás ofendida”, suspiró su suegra. “Pero la familia debería estar unida. Y… el apartamento, por cierto, tampoco es solo tuyo”.

“Te equivocas”, respondió Taisiya con frialdad. “Lo compraron mucho antes de la boda. ¿Quieres ver los documentos?”

Su suegra se quedó paralizada. “Y Sergey dijo que todo es compartido…”

“Sergey dice muchas cosas cuando le conviene”, interrumpió Taisiya. “Pero el tribunal, ya sabes, se cree en los papeles, no en las palabras”.

Alevtina se levantó bruscamente.
“Eres una zorra. Una zorra fría y desagradecida”.

“Probablemente”, dijo Taisiya con calma. “Pero al menos no dejaré que nadie vuelva a vivir a costa mía”.

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