“SI BAILAS ESTE VALS, TE CASAS CON MI HIJO…” El millonario se burló, pero la criada negra era campeona de baile.

—Damas y caballeros —dijo en voz alta—, permítanme presentarles a Kesha Maro, ex primera solista del American National Ballet.

El nombre retumbó como una bomba. Varios exclamaron, otros quedaron boquiabiertos.

—¡Imposible! —balbuceó Victoria—. Kesha Maro está muerta. O al menos, nunca volvió a bailar tras el accidente.

—Claramente —respondió Kesha, rompiendo su silencio—, los rumores sobre mi muerte han sido muy exagerados.

La multitud rió, pero William no encontraba gracia alguna. La realidad lo golpeaba como un tren: había humillado públicamente a una de las mayores artistas de la historia estadounidense. Y todo había quedado grabado.

—Señor Thompson —dijo Marcus, mostrando el celular—, usted dijo que si bailaba mejor que su esposa, la casaría con su hijo. Creo que toda esta audiencia puede atestiguar que la condición se ha cumplido.

Jonathan se acercó a Kesha.

—Señorita Maro —dijo con respeto—, quiero disculparme públicamente por el comportamiento de mi padre. Fue inexcusable.

—¡Cállate, Jonathan! —estalló William, perdiendo por completo el control—. No vas a disculparte con nadie, y menos con ella.

Fue entonces cuando Kesha reveló el alcance de su plan.

—Señor Thompson —dijo tranquila—, creo que tenemos una propuesta de matrimonio que discutir. Después de todo, un hombre de su categoría cumple su palabra, ¿verdad?

El público guardó silencio, comprendiendo que presenciaban algo mayor que un simple despliegue de talento.

—Debes de estar loca si crees que voy a cumplir una broma de borracho —gruñó William, desesperado.

—Ah, pero no era una broma —sonrió Kesha—. Marcus, ¿puedes reproducir la grabación de las declaraciones del señor Thompson esta noche?

Marcus alzó el celular y reprodujo la grabación de William haciendo la apuesta, duplicando las condiciones, aumentando la humillación y declarando públicamente que casaría a su hijo con ella si ganaba.

—Y aquí confirma los términos —continuó la grabación—, incluso después de que yo especificara que debía cumplir su palabra.

El público murmuraba, algunos reían nerviosos, otros avergonzados por la situación de William.

—¡Eso es chantaje! —gritó William, fuera de sí.

—No —corrigió Kesha—, esto es rendición de cuentas. Hizo una apuesta pública con condiciones claras ante doscientos testigos. Ahora debe decidir si es un hombre de palabra o si su reputación vale menos que su prejuicio.

Jonathan se acercó más.

Leave a Comment