Me sorprendió la naturalidad con la que mintió, como si hubiera ensayado esa historia desde hace años.
Pero el padre no se rendía.
—Claire —dijo con voz más baja—. He escuchado rumores de que pretendes entregar documentos a la prensa. No voy a permitirlo. Y este hombre… —me miró de arriba abajo— …puede estar involucrado.
—No lo está —respondió Claire con firmeza—. Déjanos en paz.
Pero él no se movió.
—Te daré una oportunidad. Regresa a casa. Cancelas ese vuelo. Hablaré con mis abogados y arreglaré lo que sea necesario. Pero si te subes a ese avión… te juro que no me voy a quedar de brazos cruzados.
El silencio que siguió fue un abismo. Yo sentía el pulso de Claire acelerarse. Ella me miró. En sus ojos había una súplica muda: Quédate. No me sueltes ahora.
Tomé aire.
—Mi esposa no va a cancelar su vuelo —dije—. Estamos juntos en esto.