Porque cuando el padre de Claire apareció, no estaba solo. Y lo que ocurrió en los siguientes minutos convirtió mi buena acción en el inicio de un conflicto que ninguno de los dos habría podido prever… ni escapar.
Cuando acepté fingir ser el esposo de Claire, pensé que solo tendría que caminar a su lado, sonreír un poco y seguir mi camino. Pero la realidad rara vez respeta nuestras expectativas. A los diez minutos de haber sellado nuestro “acuerdo”, vimos a un hombre corpulento, con traje azul marino y pasos de autoridad, avanzar hacia nosotros como un torbellino contenido.
—Es él —susurró Claire, apretando mi mano con una fuerza que no esperaba—. Mi padre.
El hombre nos miró con creciente desconfianza. Tenía ese tipo de ojos que analizan antes de juzgar, pero solo porque disfrutan el proceso, no porque busquen entender.
—Claire —dijo sin saludar—. Sabía que estabas aquí. Tu asistente me lo confirmó.
Claire respiró hondo.
—Papá, estoy viajando con mi esposo. No quiero problemas.
Los ojos del hombre se clavaron en mí como un bisturí.