Salieron a cenar románticamente, pero cuando el hombre vio a la camarera, su corazón se detuvo. Era su exesposa, la mujer que había dejado atrás, sin saber los sacrificios que ella había hecho para que él se convirtiera en el hombre exitoso que es hoy.

“¿Ryan? ¿Estás bien?” preguntó Vanessa, notando su repentino silencio.

Él parpadeó, forzando una sonrisa. “Sí, solo… pensé que vi a alguien que conocía.”

Pero era ella. Anna.

Su exesposa. La mujer con la que se divorció hace cinco años cuando decidió perseguir sueños mayores—sueños que, en efecto, se convirtieron en millones, autos de lujo y apartamentos en edificios altos.

Anna parecía más delgada ahora, con el cabello recogido en una coleta apretada. Ella no lo vio, o quizás fingió no hacerlo. Simplemente colocó platos en una mesa cercana, saludó cortésmente a los clientes y se fue.

Vanessa conversaba sobre su próxima sesión de fotos, sin saber que Ryan no la escuchaba. Su mente corría a toda velocidad.

¿Por qué trabaja aquí? Se suponía que ella debía estar… en un lugar mejor. Ella siempre decía que quería enseñar. Era inteligente. Tenía potencial.

Pero al verla tomar un pedido de otra mesa, notó algo en su postura—una cansancio silencioso, del tipo que no viene solo por un turno largo, sino por años de cargar con peso sola.

Más tarde esa noche…

Ryan se excusó para ir al baño, pero en lugar de volver a la mesa, se quedó cerca de la puerta de la cocina.

Anna salió, llevando una bandeja de copas.

“¿Anna?” dijo suavemente.

Ella se congeló. Lentamente, giró la cabeza. Sus ojos se agrandaron por un segundo, luego se endurecieron en una neutralidad cortés. “Ryan.”

“¿Trabajas aquí?”

“Sí,” dijo simplemente. “¿Puedo ayudarte en algo? Estoy ocupada.”

Él hizo una mueca por su tono frío. “Solo… no esperaba verte aquí. Pensé que ya estarías enseñando o—”

“La vida no siempre va como planeamos, Ryan,” dijo en voz baja, mirando hacia el comedor. “Tengo mesas que atender.”

“Anna, espera. Yo… nunca supe que estabas luchando.”

Ella soltó una pequeña risa amarga. “No sabías muchas cosas. Estabas demasiado ocupado construyendo tu imperio para notar lo que yo renuncié por ti.”

El pecho de Ryan se apretó. “¿Qué quieres decir?”

Pero ella no contestó. Se dio la vuelta y regresó a la cocina, dejándolo allí, en el pasillo, atormentado por una pregunta que no se había atrevido a hacer antes:

¿Qué había sacrificado ella por él?

Ryan volvió a su mesa, pero no podía concentrarse en lo que Vanessa decía. Su mente repasaba las palabras de Anna: “No sabías muchas cosas. Estabas demasiado ocupado construyendo tu imperio para notar lo que yo renuncié por ti.”

Leave a Comment