“Sabía que mi exesposa iba a casarse con un hombre pobre, así que decidí ir a burlarme de ella, hacerla sentir avergonzada… pero cuando vi al novio, regresé a casa en silencio… y lloré toda la noche.”

Antonio se iba a casar.

Un amigo de la universidad me llamó y dijo:
—“¿Sabes con quién se casa? Con un obrero de la construcción. ¡No tiene un centavo! De verdad, ella se equivocó.”

Yo me reí con soberbia.

En mi mente, imaginé a un hombre con un traje barato, con el rostro cansado por años de trabajo duro.

Decidí asistir a la boda — no para felicitar, sino para burlarme.

Para demostrarle lo mal que había escogido… y lo que había perdido.

Ese día, me puse mi mejor traje de diseñador y llegué en mi coche de lujo.

Apenas entré al salón, todas las miradas se dirigieron a mí.

Me sentí orgulloso, casi arrogante.

Pero entonces…

Vi al novio.

Vestía un sencillo traje beige — nada ostentoso.

Pero su rostro… me cortó la respiración.

Me acerqué despacio.

El corazón me latía con fuerza cuando me di cuenta…

Era Emilio — mi viejo compañero de cuarto en la universidad. Mi confidente en aquellos años.

En el último año, Emilio había perdido una pierna en un accidente. Era humilde, tranquilo, siempre dispuesto a ayudar — con las tareas, las compras o las largas noches de estudio.

Pero yo nunca lo vi como un verdadero amigo.

Para mí, era solo una presencia más… entre tantas.

Después de la universidad, Emilio logró convertirse en capataz en una obra. Sus ingresos no eran muchos, pero siempre estaba sonriendo.

Y ahí estaba, de pie en el altar, sobre una sola pierna… sonriendo… tomando la mano de Antonio con un amor infinito.

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