“Observaban todo desde que agarraste a tu esposa”, respondió Maxwell con calma helada.
Dos guardias entraron y se posicionaron entre ellos.
“Señor Collins, debe acompañarnos. Recursos Humanos y la policía ya fueron notificados.”
Darius soltó una carcajada amarga.
“¿Mi propia empresa… y mi propia esposa… contra mí?”
Lena no dijo nada. Solo mantuvo la mirada en el suelo, agotada.
Los guardias comenzaron a sacarlo. Él forcejeó lo suficiente para lanzar su último veneno:
“¡Esto no termina aquí, Lena! ¡Me perteneces!”
“Ya no”, murmuró ella.
La puerta se cerró y la casa quedó sumida en un silencio devastado.
Cuando el ruido desapareció, Lena se dejó caer lentamente hasta el suelo. Las lágrimas, que antes se negaban a salir, por fin la inundaron. Maxwell se arrodilló a su lado con un suspiro cansado.
“Lo siento, Lena. Perder a tu madre… descubrir todo esto… y soportar a ese hombre. Es demasiado para un solo día.”
Ella se limpió la cara con manos temblorosas.
“No sé cómo sentirme. No sé qué hacer. Todo se derrumba.”