Pusieron al mecánico a reparar el coche más problemático — sin saber que lo arreglaría en minutos…

El tipo de conocimiento que no se aprende en ninguna escuela técnica. 800 pesos dijo. Finalmente Sergio lo miró como si hubiera escuchado mal. 800 está bromeando. La agencia me cobró 12,000 solo por la última revisión sin resolver nada. El trabajo fue sencillo, explicó Roberto. No vamos a cobrar por lo que no hicimos. Pero el diagnóstico, Sergio sacó dos billetes de 1000 pesos de su cartera. Tomen esto. No es ni la décima parte de lo que vale lo que don Esteban hizo.

Y quédense con el cambio. Inviten al maestro a comer algo bueno. Don Esteban rechazó el dinero con un gesto de mano. No es necesario, de verdad. Me da gusto haber podido ayudar. Es bonito saber que uno todavía sirve para algo. Pero Sergio insistió. presionando los billetes en la mano de Roberto. Por favor, es lo mínimo que puedo hacer y créanme, voy a contarle a todos mis conocidos sobre este lugar y sobre don Esteban. Guadalajara entera va a saber que aquí están los verdaderos expertos.

Antes de irse, Sergio le estrechó la mano a don Esteban con una admiración que rayaba en la reverencia. Maestro, usted me salvó. No solo el coche, sino mi cordura. Ya no sabía qué hacer. Los coches son como las personas, respondió el anciano filosóficamente. A veces solo necesitan que alguien los escuche con atención. Después de que Sergio se fue manejando su BMW con una sonrisa que no había mostrado en semanas, el taller volvió gradualmente a sus actividades normales, pero algo había cambiado.

Los mecánicos jóvenes miraban a don Esteban con nuevos ojos, no como el viejo retirado que ocupaba espacio en la oficina, sino como el maestro que realmente era. Javier se acercó tímidamente. Don Esteban, ¿podría enseñarme? No técnicas de escáner, sino lo que usted sabe, cómo diagnosticar con el oído, con las manos, con la experiencia. El anciano lo miró con ojos brillantes detrás de sus gruesos lentes. Claro que sí, muchacho, pero tendrás que tener paciencia. Estas cosas no se aprenden de la noche a la mañana.

Tengo todo el tiempo del mundo, respondió Javier con sinceridad. Miguel también se sumó. Yo también quiero aprender, don Esteban. Hoy me di cuenta de que me falta mucho por saber. Don Esteban sonrió. Una sonrisa que iluminó su rostro arrugado. Por primera vez, en 5 años de retiro forzoso, sentía que nuevamente tenía un propósito, una razón para levantarse cada mañana más allá de escapar del silencio de su casa vacía. “Entonces empezamos mañana”, declaró con renovada energía. Y les advierto, no voy a ser un maestro fácil.

La noticia del milagro del B medivo se esparció por Guadalajara con la velocidad característica de las buenas historias. Sergio, fiel a su palabra, no perdió oportunidad de contar su experiencia en su oficina, en comidas de negocios, en reuniones familiares. Siempre mencionaba al anciano mecánico que había resuelto en minutos lo que la agencia alemana no pudo solucionar en semanas. Hermanos Durán comenzó a recibir llamadas de propietarios de vehículos de alta gama, personas que normalmente nunca considerarían un taller de barrio.

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