Por eso el coche falla más cuando está caliente y mejora cuando está frío. Sergio observaba la escena con creciente esperanza. Está diciendo que toda esta pesadilla es por una grieta invisible. Las peores fallas suelen ser las más simples”, respondió el anciano con una sonrisa sabia. Los alemanes hacen buenos coches, pero cuando usan plástico en zonas de alta temperatura, eventualmente se fractura. Es un problema conocido en estos modelos. ¿Y cómo lo arreglamos? preguntó Roberto. Don Esteban señaló hacia una estantería al fondo del taller.
Necesito el adhesivo especial para altas temperaturas, el azul, el que usamos para los turbos. Y tráiganme también el limpiador de frenos y una lija fina del número 400. Javier fue corriendo por los materiales, ahora completamente cautivado por la seguridad del anciano. Cuando regresó, don Esteban ya había localizado exactamente el punto de la fractura, una línea tan delgada que parecía apenas un rasguño en el plástico negro del múltiple. “¡Miren”, dijo acercando una pequeña linterna. “¿Ven esa línea? Parece nada, pero cuando el motor está trabajando se convierte en un agujero que desbalancea toda la mezcla aire combustible.
“¡Increíble”, murmuró Miguel. “Yo pasé por ahí tres veces y no lo vi. ¿Porque buscabas con los ojos, no con el conocimiento?”, respondió don Esteban sin reproche en su voz, “Solo enseñanza. Cuando trabajas 40 años con estos coches, conoces sus debilidades. Este múltiple siempre fue el punto débil del motor N63. Los de la agencia deberían saberlo, pero prefieren cambiar piezas caras antes que buscar la causa real. El anciano comenzó a trabajar con movimientos lentos pero precisos. Limpió la zona con el limpiador de frenos, esperó a que se evaporara completamente, lijó suavemente la superficie para crear mejor adherencia y luego aplicó el adhesivo especial con la delicadeza de un cirujano.
Sus manos temblaban ligeramente por la edad, pero cada movimiento era exacto, calculado por décadas de experiencia. Esto necesita curar 20 minutos, explicó mientras terminaba de sellar la grieta. Luego lo encendemos y verificamos. Sergio no podía creer lo que veía. Solo eso, 20 minutos y estará listo. Si mi diagnóstico es correcto, sí. Y confía en mí, muchacho. Es correcto. Los 20 minutos se sintieron eternos. Don Esteban regresó a su oficina y continuó leyendo su periódico como si nada, mientras Javier, Miguel, Roberto y Sergio permanecían junto al BMW mirando el reloj obsesivamente.
El taller había detenido todas sus actividades. Los otros mecánicos se habían acercado para presenciar si el legendario don Esteban realmente podía resolver en minutos lo que había tomado semanas. Tu padre es increíble”, le dijo uno de los mecánicos jóvenes a Javier. “Ojalá me enseñe aunque sea la mitad de lo que sabe.” Javier asintió, sintiéndose un poco avergonzado de haber dudado del anciano. “Creo que todos podríamos aprender mucho de él.” Cuando el reloj marcó los 20 minutos, don Esteban salió de su oficina cojeando.