Pero cuando su propio padre la entregó a un guerrero apache como castigo, nadie imaginó que encontraría el amor más puro que había existido jamás.

Esta mujer es parte del acuerdo.

¿La tratarás con respeto o volverás a la prisión militar? Sus palabras colgaron en el aire como una amenaza que ambos prisioneros entendieron perfectamente.

Imena encontró su voz por primera vez desde que había llegado.

Yo tampoco pedí estar aquí, declaró con una dignidad que sorprendió a todos los presentes, incluso a ella misma.

Pero aquí estamos ambos, así que tendremos que encontrar la manera de hacer que esto funcione.

Sus palabras fueron directas sin autocompasión.

Y Tlacael la miró con nueva atención.

Después de que el capitán se marchó levantando una nube de polvo, Jimena y Tlacalel se quedaron solos frente a la cabaña, dos extraños unidos por circunstancias que ninguno había elegido.

El silencio se extendió entre ellos como el desierto mismo, vasto, incómodo, pero lleno de posibilidades inexploradas.

No voy a fingir que esto es un matrimonio real”, dijo Tlacael finalmente cruzando los brazos sobre su pecho desnudo.

“Eres una imposición del gobierno mexicano, una manera de humillarme más de lo que ya lo han hecho.

” Sus palabras eran duras, pero no crueles, como si estuviera estableciendo reglas básicas para su convivencia forzada.

“Entiendo,”, respondió Jimena, sorprendiéndose de su propia calma.

Yo tampoco elegí esto.

Mi familia me envió aquí para deshacerse de mí.

Supongo que ambos somos prisioneros de diferentes maneras.

Era la primera vez que verbalizaba la verdad de su situación con tanta claridad y sintió una extraña liberación al hacerlo.

Los primeros días fueron una danza cuidadosa de evitar conflictos.

Tlacael salía temprano para casar y trabajar en los pequeños cultivos que había establecido mientras Jimena se quedaba en la cabaña explorando su nuevo hogar y tratando de adaptarse a una vida completamente diferente a todo lo que había conocido.

La cabaña era simple, pero funcional.

Dos habitaciones separadas, una cocina con hogar de piedra y muebles hechos a mano que mostraban la habilidad artesanal del guerrero.

Fue cuando Jimena encontró las hierbas medicinales secándose en la cocina que descubrió el primer punto de conexión con su compañero forzado.

Reconoció inmediatamente varias plantas que su abuela le había enseñado a identificar en los jardines de la mansión familiar.

Manzanilla para calmar los nervios, con suelda, para sanar heridas, sauce para aliviar el dolor.

Sin pensarlo, comenzó a reorganizar las hierbas según sus propiedades curativas.

Cuando Tlacael regresó esa tarde y vio lo que había hecho, se detuvo en seco.

¿Cómo sabes de medicina herbal?, preguntó acercándose para examinar su trabajo.

Su voz había perdido el tono hostil de los días anteriores.

“Mi abuela era curandera antes de casarse con mi abuelo”, explicó Jimena tocando suavemente las hojas secas.

Me enseñó en secreto porque mi madre consideraba que no era apropiado para una señorita de sociedad, pero siempre me fascinó la idea de poder ayudar a sanar a las personas.

Por primera vez su llegada, Tlacaen la miró con algo parecido al respeto.

Estas plantas las uso para tratar heridas de casa y enfermedades menores, pero hay algunas que no sé cómo preparar correctamente.

Hizo una pausa, como si estuviera considerando cuidadosamente sus próximas palabras.

¿Podrías enseñarme? Esa pregunta simple marcó el comienzo de una transformación sutil, pero profunda en su relación.

Durante las semanas siguientes, Shimena y Tlacael pasaban las tardes trabajando juntos con las plantas medicinales.

Él le enseñaba sobre las propiedades específicas de las hierbas del desierto mientras ella compartía las técnicas de preparación que había aprendido de su abuela.

Sus manos a veces se rozaban mientras preparaban ungüentos y tinturas, creando momentos de intimidad accidental que ninguno de los dos sabía cómo interpretar.

Una tarde, mientras preparaban una pomada para tratar las quemaduras de sol, Jimena se atrevió a hacer una pregunta personal.

¿Tenías familia antes de ser capturado?, preguntó suavemente, sin levantar la vista de su trabajo.

Tlacael se quedó inmóvil durante un largo momento.

Tenía una esposa, dijo finalmente, su voz cargada de una tristeza que hizo que el corazón de Jimena se comprimiera.

Se llamaba Itzayana.

murió durante un ataque del ejército mexicano a nuestro poblado.

Por eso me volví tan recles en la batalla.

Ya no tenía nada que perder.

Jimena levantó la vista y vio el dolor crudo en los ojos del guerrero.

Sin pensarlo, extendió su mano y tocó suavemente la suya.

Lo siento mucho murmuró.

Debe haber sido una mujer muy especial para inspirar tanto amor.

Lo era, respondió él, no apartando su mano.

Era pequeña, delicada, siempre sonriendo.

Todo lo opuesto a Se detuvo abruptamente, dándose cuenta de lo que estaba a punto de decir.

Todo lo opuesto a mí, completó Jimena con una sonrisa triste, pero sin amargura.

No te preocupes.

Leave a Comment