Pagué por todos durante siete años, hasta que eché a toda la familia de mi marido.

“Víctor”, lo miró con cansancio, “lo entiendes hasta la primera llamada de tu madre. Y luego otra vez: ‘Bueno, ¿qué le iba a hacer? Es familia'”.

Bajó la mirada.

“¿Sabes qué es lo peor?”, dijo Natalya lentamente. “Ni siquiera es que vivan a costa nuestra. Es que nunca has estado de mi lado.

Terminó su té y se levantó.

“No quiero vivir en una casa donde no soy tu familia, sino personal de servicio.”

No pudo encontrar una respuesta.

Etapa 4. Libertad con olor a suelo limpio
El día llegó como todos los días importantes, casi como la vida cotidiana.

Por la mañana, Sveta hacía maletas ruidosamente, guardando sus innumerables cosas: suéteres, cosméticos, tazas que le “convenían”, toallas de otras personas, prestadas “por un rato”.

Antonina Pavlovna refunfuñó:

“Ya verás, Vitya, se acordará de cómo vivíamos con ella. Se aburrirá sola.

Natalya limpió la mesa de la cocina, cogió de la pared un papel con una fecha roja, lo arrugó con cuidado y lo tiró.

“Mamá, vámonos ya”, dijo Sveta, nerviosa. “El taxi ya llegó”.

Había una pequeña aglomeración en el pasillo: bolsos, maletas, el perro, al que no le gustaba nada.

“Natasha”, dijo de repente su suegra, “no te ofendas, ¿vale? No queríamos ser malas…”.

Habló con su tono habitual de “ya lo callaremos todo”, el que había usado durante años para aplazar cualquier conflicto.

Natalya la miró con calma:

“No me ofendo, Antonina Pavlovna. Estoy sacando conclusiones”.

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