—Esto no cuadra —susurró Morel a uno de los técnicos—. Si Julián escribió esto después de haberse perdido… tenemos que averiguar por qué.
La investigación reabierta se convirtió en un rompecabezas. Y lo que el equipo encontró al día siguiente, al descender más profundamente en la grieta, cambió por completo la interpretación del caso.
Los rescatistas comenzaron el descenso al amanecer. Colocaron cuerdas, anclajes y sensores térmicos. La grieta era estrecha y húmeda, y cada metro parecía tragarse la luz. El ruido del viento quedaba atrás a medida que bajaban, sustituido por un silencio pesado, como si el aire hubiese estado atrapado allí durante siglos.
A los ocho metros encontraron el primer indicio significativo: un trozo de tela roja, posiblemente parte del cortaviento de Julián. Estaba rasgado, pero no por una caída brusca; más bien parecía arrancado intencionalmente, como una marca o señal.
—Esto es deliberado —dijo Morel—. Julián estaba intentando dejar rastro.