Recogí mis cosas, me quité el delantal con un último movimiento y salí.
Llovía. Caminé sin paraguas y las gotas me corrían por la cara, mezclándose con mis lágrimas.
Pero por dentro, había una extraña claridad.
Esto es solo el principio, pensé.
Un mes después, recibí una llamada.
Inesperada. La voz de una mujer:
«¿Señorita Carter? Somos del New York Times. Queremos hablar con usted».
«¿Conmigo?»
«Sí. Sobre el incidente del restaurante. Sus palabras quedaron grabadas en vídeo». Se han compartido en internet.
—¿Vídeo? —Me incorporé—. ¿Qué vídeo?
—Tu respuesta al Sr. Alden. La gente está encantada. Te llaman «la voz de los que no son escuchados».
No lo creía. Pero resultó ser cierto.
El vídeo existía de verdad; lo había grabado uno de los visitantes.
Mi rostro reflejaba confusión, pero orgullo. Mis palabras temblaban, pero eran firmes.
Y millones de comentarios.
Alguien escribió: «Esto sí que es fortaleza».