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“¿Qué tal te fue?”, preguntó con voz temblorosa.

John respiró hondo. “Acepté ir a un despliegue en el extranjero”.

A Catherine se le encogió el corazón. “¡No, John!Prometiste que lo pensarías. No nos veremos en más de un año. No puedo soportarlo.

John la miró con los ojos llenos de determinación. “Catherine, este es mi deber. Es mi carrera. No puedo perder esta oportunidad”.

Solo con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

Las lágrimas inundaron los ojos de Catherine. “¿Pero qué hay de nosotros? ¿Qué hay de nuestra familia? Te necesito aquí”.

John se acercó y le tomó las manos. “Sé que es difícil, pero lo superaremos. Tenemos que hacerlo. Solo es un año, y luego volveré”.

Catherine, entre lágrimas, le rogó que se quedara y rechazara la asignación. “Por favor, John, no te vayas. No puedo hacer esto sola”.

John le secó las lágrimas con suavidad y la abrazó. “Te lo prometo, Catherine. Lo superaremos. Confía en mí”.

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Unos meses después, Catherine ya no soportaba la soledad. La casa vacía y las noches silenciosas eran demasiado para ella. Quería sentirse mujer, aunque solo fuera por una noche.

Así que se vistió elegantemente, con su vestido favorito y maquillándose. Se miró al espejo, esperando ver un destello de la mujer vibrante que una vez fue.

Esa noche, decidió ir a un bar local. El ambiente era cálido y animado, un marcado contraste con el vacío que sentía en casa.

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